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Con una sonrisa se levantó del sillón y me tendió la mano, la vi y la tomé después de oír que, con un excelente acento dijo "my ladie" animandome a tomarla. Sonreí y le pregunté el porque nos levantabamos si los sillones estaban cómodos.

—Tenemos que animar una fiesta—me respondió con una sonrisa traviesa.

—¿Qué es lo que tienes pensado?

—No sé, algo saldrá en el momento.

—¿No nos meteremos en problemas verdad?

—Espero que no—dijo con una sonrisa.

Empezó a correr, no sabía realmente si había olvidado que llevaba vestido largo, o que llevaba zapatillas o tal vez había olvidado que todavía me tenía tomada de la mano, pero en cuanto avanzó dos pasos me llevó con él y caímos los dos al suelo.

—Se supone que tenías que correr detrás de mí—dijo con una mueca de dolor.

—¡Traigo zapatillas!—le reclamé en tono agudo—quítate de encima, pesas mucho.

—Pero estás comoda— protestó y se estiró sobre mi espalda.

Bufé y traté de lavantarme, pero fue inútil, estaba demasiado pesado, me moví de un lado a otro tratando de quitarlo de encima pero no pude, una vergüenza me invadió cuando vi que las modelos de la entrada nos estaban viendo y dejé de reír "quitate" le dije entre dientes.

Al notar mi seriedad, Alejandro, curioso de mis palabras volteó para encontrarse con la mirada de las dos chicas que habían estado hablando de mí en el baño, y atrás de ellas otro par de ojos nos veían.

Sin pronunciar una sola palabra se levantó, puse mis rodillas en el suelo y cuando levanté la vista vi que me tendía la mano, sonreí y acepté su ayuda, puse mi mano sobre la suya y sentí como con poca fuerza me jalaba hacia él, y en menos de cinco segundos ya estaba de pie.

Intercambiamos miradas y sonreímos, después de oír una disculpa salir de sus labios rojizos proseguimos nuestro camino al gran salón, esta vez lento y con más cuidado.

—Me gustan tus alas—lo oí decir.

Al oír sus palabras lo miré confundida y el sonrió burlon, no entendía lo que me decía, hasta que recordé que había visto mi espalda y me sonrojé al recordar mi pequeño tatuaje, había sido más un capricho que una necesidad o gusto, quería dejar una huella en mí cuando cumplí la mayoría de edad, y entre todas las cosas posibles decidí hacerme un tatuaje. Al principio pensaba hacer un faro, o un ancla, o un pájaro, pero cambie de idea cuando una tarde descansaba en el patio de la casa, estaba acostada en un camastro leyendo y tomando una limonada cuando una mariposa con alas azules se posó en un arbusto cercano, no era como cualquier otra mariposa, tenía las alas más azules y brillantes, y lo que más llamó mi atención fue el contorno de sus alas, tan negro como la noche.

El día que me hice el tatuaje estaba muy decidida, desperté, desayuné y salí a la ciudad, me reuní con unas amigas que me acompañaron y soportaron mis gritos, cuando les enseñé la foto estaban tan asombradas como yo. Al regresar a la casa, traté de ocultarle el tatuaje a mis padres, pero fue inútil y se enteraron, mi padre se molestó un poco, pero me dijo que era mi cuerpo y yo decidía sobre él; mi madre, por el contrario, se molestó tanto conmigo, y cuando se enteró que mis amigas me habían acompañado su molestia creció aun más "son unas pésimas influencias" me gritó y cuestionó nuestra amistad asegurandome que jamás las vería de nuevo, y cumplió su amenaza, me borraron de redes sociales, no me contestaban y cuando fui a sus casas sus padres aseguraban que no estaban, aunque previamente las había oído dentro.

—Tienen varios meses conmigo—le dije con una sonrisa.

—¿Cuál es la historia detrás?

Sonreí al oír su pregunta y busque en mi celular la foto de la mariposa, después de tantos años la había conservado, más por recuerdo que por que fuera una bonita foto. Cuando le enseñé la mariposa azul se me quedó viendo, y sentí que cuestionaba mi cordura, después de su confusión me preguntó buscando una respuesta satisfactoria.

El Dios del Amor | EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora