Cuando llegué a lo alto de las escaleras, oí como mis padres discutían sobre la corbata que debería llevar mi padre a la cena, mi mamá le decía que debería llevar una corbata color negro, para que combinara con su vestido, y mi padre argumentaba que no importaba, e insistía en que nadie se daría cuenta.
Caminé a mi cuarto arrastrando los pies y me encerré, desganada fui al baño y llené la bañera, si iba a asistir a un evento al que no quería ir, al menos me daría un buen baño. Me agarré mi cabello y entré a la bañera, el agua estaba tibia, y el jabón y la esencia que había puesto me empezaba a relajar.
Cerré mis ojos y eché mi cabeza hacia atrás, las imágenes de esa tarde no se tardaron en llegar, y movía mi cabeza de un lado hacia el otro cada vez que la cara del hombre aparecía en mi cabeza, por más que me decía que pensara en Eros, mis recuerdos me regresaban a aquel momento.
Por más que lo intenté, mis ganas de un baño relajante se fueron después de unos escasos minutos de haber entrado en la bañera. Frustrada salí de la bañera, y me enjuagué, estaba muy molesta conmigo misma, y lo único que quería era llorar, pero sabía que mi madre me regañaría si tenía los ojos rojos, además no quería darle explicaciones sobre lo que me sucedía.
Salí del baño con la toalla enrollada en mi cuerpo, caminé hasta el armario y busqué un vestido sencillo, sin mucho brillo, y unas zapatillas que hicieran juego con éste. Un vestido color vino atrajo mi vista, tenía mangas largas que daban el aspecto de ser transparentes, un ligero escote en forma de "v" en la espalda y la caída tenía una ligera apertura en la pierna derecha.
Satisfecha con mi elección, decidí buscar el par de zapatos que mi madre había conseguido hace unos meses, eran color negro, descubiertos, y con tacón de aguja. Salí con ambas prendas y las dejé todo en la cama, después de ponerme la ropa interior oí que mi madre tocaba la puerta y me demandaba abrir la puerta.
—Espérame—le dije cuando me acerqué, y antes de abrir la puerta di un largo suspiro.
—Alma, apúrate.
—Eso estaba haciendo cuando tú me interrumpiste—le dije con voz calmada, aunque mi fastidio se logró notar en la última palabra.
—¿Qué te vas a poner?
Caminó segura hacia la cama y observó mi elección con detenimiento, su vestido negro estaba cubierto de sutiles brillos, y los hombros descubiertos le hacían resaltar sus clavículas.
—Mi amor ¿no tienes un vestido más bonito? —dijo evitando arrugar su cara.
—Con este me siento cómoda—rodeé los ojos.
Suspiró y caminó al espejo de mi armario, mientras ella admiraba su vestido y buscaba entre mis cosas, me puse el vestido y me senté en la silla de mi tocador para maquillarme ligeramente.
—¿Se ve bien mi vestido?
— Se supone que tú eres la diseñadora no yo — le dije mientras decidía el color del labial que llevaría puesto.
— Alma por favor — me dijo mi madre mientras se acercaba a mí y examinaba mi maquillaje—quiero saber la opinión de una—hizo una pausa—prófuga de la moda.
—Madre, no soy prófuga de la moda, me gusta, pero no deseo dedicarme a eso.
—Cariño ¿si has visto cómo te vistes normalmente? Los jeans no están de moda.
Me harté de la dirección en la que llevaba la conversación y no dije nada y traté de concentrarme en el maquillaje que me estaba haciendo mientras ella seguía regañándome y dándome consejos de moda.
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El Dios del Amor | EDITANDO
Teen FictionUn olvido puede cambiarlo todo, Alma lo aprendió a sus diecinueve años, el cansancio la llevó a dejar su tarea en el buró de su cama. Estaba a punto de dar por perdida su clase, cuando conoce a Eros Embry, un joven sólo un año mayor que ella, pero q...