Pasatiempos.

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La comida no es lo único que me apasiona; claro, mi organismo no es fácil de complacer, y, a veces, un solo bocadillo humano no es suficiente...

Curioso es que yo sea tan delgado considerando todo lo que debo comer por día si no quiero caer en la locura. Mi altura (incluso superior a la de mis otros hermanos) debe ser la razón por la que carezca de un vientre gordo.

Pero, comer no es lo único que hago.

Me gusta ser uno con la tierra.

En soledad, amo sentirla bajo mis pies y manos, me encanta dibujar sobre ella con mis garras, y oler su perfume cuando recién termina de llover.

Muebles.

Hacer muebles no es sólo algo propio del ser humano; claro, debo admitir que ellos tienen mucha creatividad para crear objetos útiles para la vivir con más comodidad. Por eso considero que el cerebro de los rechonchos es un buen alimento para no ser unos completos estúpidos.

La madera se rompe fácil, y es un desperdicio de árboles.

Rocas. Esas son las indicadas, son muy fuertes y aunque a veces termino sangrando en mi afán de darles una buena forma, vale la pena disfrutar del resultado.

Oh, por ejemplo, la mesa en la que llevo trabajando días y noches, por fin pude estrenarla.

A mi cuarta presa de hoy le hubiese gustado los adornos sobre ella.

En secreto, yo le miraba desde la ventana mientras él trazaba algunas líneas parecidas en un cuaderno enorme.

Mmmm, eso claro, antes de que yo entrase a su casa y le cortase la cabeza en menos de un parpadeo.

Aunque me gustaba alimentarme de todo; esa noche sólo me llevé la cabeza. Insisto, los cerebros son muy valiosos. No son mi parte favorita de los humanos, pero ayudan a mejorar mi creatividad.

Con una de mis garras degastadas, deslizo mi dedo sobre la mesa mientras lamo mis labios.

—Los cerebros de los rechonchos que escriben, pintan, cantan y bailan son muy nutritivos —digo mirando mi plato de metal vacío.

𝙿𝚘𝚛 𝚏𝚊𝚟𝚘𝚛, 𝚜𝚘́𝚕𝚘 𝚞𝚗𝚊 𝚖𝚘𝚛𝚍𝚒𝚍𝚊 | 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora