Sólo una mordida...

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Constantemente me pregunto por qué soy así.

Por qué no puedo alimentarme de frutas, carne cocida o agua, como hacían los tuyos.

Cuando era pequeño siempre le preguntaba a mi madre por qué no podía tragar aquellas delicias rojas llamadas manzanas justo como hacían mis mascotas. Aquellas que iban en dos pies y cuya piel era sumamente blanda, fácil de penetrar con los dientes. 

Ella solía decirme que dejara de cuestionarme tonterías y que comiese lo que debía comer.

En breve comencé a entender que por más que luchara, mi fisonomía no se saciaba sólo con una o dos mordidas, una pierna o un brazo; tampoco con uno o dos tragos de sangre. Con tan insignificante dieta nadie podía mantenerse en cordura. Necesitaba mucho más.

Lo intenté; intenté ser diferente. Pero evidentemente soy lo que soy. Lo que la naturaleza exigió que así sería. ¿Qué puedo hacer?

Un pescado no decide si quiere o no vivir en el agua. Así como una serpiente no decide si tiene veneno en los colmillos o no.

En poco tiempo dejé negarme a mí mismo, y después de todo, ¿por qué habría de luchar ahora?

He de decir que muy pocas veces me había sentido tan atraído por una fragancia como la tuya. Muy pocas veces me había atacado un hambre tan feroz, espantoso, ¡sencillamente inaceptable! Debía responder a mis instintos como tú harías con los tuyos. Así es la ley de la vida.

Tú comes vacas, cerdos, aves... incluso a veces te comes a los tuyos.

¿Por qué me juzgarías a mí?

¿Qué me hace más bestia que tú?

Tú que matas a los tuyos por codicia, envidia o ira. Tú que haces daño a tu familia y amigos por estupideces que sólo tú pareces entender... o eso crees.

¿Qué te hace mejor que yo? ¿La genética? ¿Crees que eres especial por tener piel blanda, dientes simétricos, ojos de tres diferentes colores? ¿Tu evidente problema de consumo innecesario?

¿Por qué debería sentir compasión por ti? ¿O sentirme inferior?

¿Qué te hace tan especial? Intocable. Inalcanzable. Incomible.

Admítelo, como todo animal o vegetal en este planeta, tú también formas parte de la cadena alimenticia.

Los míos están por encima de los tuyos.

Ahora te miro, te analizo y me pregunto: ¿Debería cortar con un cuchillo como hacen los humanos con los cerdos o sólo debería dejarme llevar?

Delinear ese cuello largo de lado a lado con mis uñas y esperar a que te desangres. ¿Mereces esa piedad por haber invadido mis tierras? ¿Por haber querido filmar lo que aquí había en un intento estúpido por buscar sobresalir en tu pequeño mundillo de fantasía?

No hay nada que quisiera más que encajar mis puntiagudos y afilados dientes en tu cuello, actuar como el monstruo que gritas que soy (¡cállate ya!). Ansío tomar lo que pueda de tu carne con mi boca y arrancarlo de tus huesos, masticarlo lento, tragarlo sin prisas. Arrancar los dedos no es difícil, podría empezar por ahí.

Anhelo volver a sentir la sangre empapando mi mentón, mi pecho. Saborear aquel delicado y caliente elixir metálico rojizo que tanto me gusta. Ese que no he probado desde hace ya muchas lunas completas.

¿Tienes idea de lo que es sentir que tus intestinos se comiencen a comer entre ellos por falta de alimentos? ¿No? Entonces no puedes decir que es fácil no sentir que la locura se apodera de ti a medida de que tu propia piel se comienza a pegar a tus huesos.

Retener ese tipo de castigo es una maldición; una abominación; una crueldad que yo ya he tolerado demasiado.

¡No soy el animal de circo de nadie!

Tampoco soy un monstruo.

¡Soy libre!

Formo parte de este mundo como tú.

¡Y pienso comer!

Necesito comer.

Así que será mejor que no corras o te resistas. Estás bien aquí conmigo.

Los otros no serán tan amables, te lo aseguro.

También será mejor que no pienses en siquiera seguir gritando. Eso sólo hará que desee matarte con más lentitud, comerte mientras miras. Saborear tus huesos mientras agonizas. Arrancar tus intestinos sin permitirte el desmayo. Desgarrar tu corazón.



𝙿𝚘𝚛 𝚏𝚊𝚟𝚘𝚛, 𝚜𝚘́𝚕𝚘 𝚞𝚗𝚊 𝚖𝚘𝚛𝚍𝚒𝚍𝚊 | 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora