☆Diluc Ragnvindr

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Alguien "normal" podría decirle a Kaeya que está demente, pero a él le importaba muy poco.

Anotarse como ayudante del equipo de fútbol (lo que implicaba lavar sus apestosas camisetas y toallas) solamente para poder ingresar sin impedimento alguno a sus vestidores y observar de cerca sus posibles siguientes presas, era algo que sus mejores amigos habían calificado como "descabellado". Pero, como anteriormente se ha mencionado, a Kaeya le importaba realmente muy poco.

No era absolutamente nada divertido tener que cargar con una asquerosamente maloliente mochila llena de toallas y camisetas sudadas por todo el pasillo de la universidad y en su auto para la lavandería más cercana, pero todo era gratificantemente recompensado en el momento en que sus compañeros ingresaban a las duchas después de jugar y a medio vestir.

Kaeya sabía cómo disimular a la hora de pasar cabina por cabina en busca de sus prendas sucias y al mismo tiempo, echar una breve mirada a los musculosos cuerpos de cada uno de los jugadores.

Tartaglia no había recibido información falsa. Todos estaban considerablemente bien dotados... pero ninguno llegaba a sorprenderle Incluso había tenido que descartar a Albedo de su lista en el momento en que se supo que empezó a salir con un chico de intercambio recién ingresado. Así que su búsqueda continuaba tranquilamente... o al menos así fue hasta que apareció Diluc Ragnvindr .

¿Quién demonios era Diluc Ragnvindr?

Diluc R. era otro más de aquellos estudiantes de intercambio que hablan ingresado a la universidad a aquellas alturas del año.

Un niño bueno, educado, inteligente, aburrido, en exceso respetuoso... un cerebrito, ratita de biblioteca, Sheldon Cooper 2.0... entre otros calificativos algo más graciosos. Usaba unos grandes lentes redondos, pantalones muy anchos y se abotonaba la camiseta hasta el cuello. También usaba suéteres increíblemente grandes y con cuello de tortuga. Diluc Ragnvindr era el típico tipo de chico que jamás mostraba más piel de la necesaria.

Kaeya no tuvo absolutamente nada que ver con el chico (de hecho, desconocía de su existencia) hasta que Diluc se vio obligado a hacer parte del equipo de fútbol.

Contrariamente a lo que todos pensaban, Ragnvindr era increíblemente bueno en los deportes, tan solo odiaba practicarlos, pero las chicas de toda la universidad enloquecieron cuando el muchacho se dejó ver por primera vez con el uniforme del equipo puesto.

¿Quién diria que una simple ratita de biblioteca podría tener tales muslos gruesos y fibrosos brazos dignos de un modelo a la altura de marcas como Armani?

Si, ni siquiera Kaeya se habría dado cuenta de ellos de no ser porque el chico necesitaba ganar puntos extras en el área de gimnasia y educación física, ya que era en lo único en lo que no destacaba.

Desde ese dia, Ragnvindr no pudo tener sus momentos a solas en la biblioteca cada tarde, pues las chicas le perseguian hasta en el almuerzo,

Sin embargo, Kaeya, aunque podia admitir que el chico tenia una cara que podria derretir los polos y unos brazos en los que te quisieras morir lentamente, no lo encontraba demasiado llamativo y eso era debido a que era un mojigato; el chico esperaba a que todos sus compañeros de equipo saliesen de las duchas para poder ingresar él y hacer su aseo privadamente

Kaeya no lo entendia, pero no le importaba. O al menos así fue hasta ese insignificante dia en el que tuvo que quedarse hasta tarde recogiendo la ropa sucia de los jugadores.

El dia anterior había faltado a la universidad y, por lo tanto, a sus horas extras como ayudante del equipo, por lo que la ropa sucia se acumuló y se vio obligado a buscar formas creativas de poder llevar dos tandas a la lavanderia sin morir en el intento, asi que decidió (por mucha flojera que le diese) hacer dos viajes.

Y justo ahí, cuando volvia de la lavanderia por la segunda tanda, que vio por primera vez lo que se convertiria en el mayor de sus deseos más oscuros: Diluc Ragnvindr se desnudaba de espaldas, sin tener la mas minima idea de su presencia y sin ser pudoroso como Kaeya se habia acostumbrado a verlo. Y, oh, santo infierno.

Ragnvindr era jodidamente lo más delicioso que Kaeya había visto en mucho, mucho tiempo.

Kaeya ahora se podía sentir identificado con aquellas chicas que no le dejaban en paz ni en el almuerzo. Porque el chico era... era sublime. Joder, se había quedado sin palabras. Su piel no era bronceada como la de los demás jugadores, era muy pálida y se vela verdaderamente tersa y apetecible. Cada vez que se movia, incluso en lo más minimo, los músculos de su espalda se flexionaban y salían a la vista, viéndose tan imposiblemente exquisitos que Kaeya estaba empezando a delirar; se podia ver a sí mismo lamiendo con dedicación cada uno de esos preciosos músculos pliegue a pliegue, quería pasar su lengua por todo ese perfecto y tonificado cuerpo de dios griego que le estaba causando un dolor horrible en la...

-¡AAH!

Kaeya saltó en su lugar, asustándose de modo que avanzó un par de pasos al frente y se resbaló gracias al agua regada por todo el lugar. Cerro los ojos un segundo. intentando recomponerse y cuando los abrió, creyó haber sido realmente muy buena persona en su otra vida, pues el enorme-realmente enorme- miembro de Diluc era lo que estaba frente a su cara en el momento que abrió los ojos.

"Madre santa, esos son minimo veinticuatro..."

Sin embargo, tan pronto como el chico terminó de ayudarle a levantar, se cubrió con lo primero que encontro, la ropa que recién se había quitado. Sus mejillas y las de Kaeya coincidieron para ponerse rojas como tomates tan pronto como se miraron a los ojos, la diferencia era que Kaeya tenia un par de pensamientos poco cándidos en su cabeza que eran la razón del color en sus pómulos, pero Diluc estaba en una situación totalmente diferente, preocupándose más por cubrir su cuerpo que por otra cosa.

Lamento haberte asustado...susurro el peliturquesa, apartando la mirada lo más rápido posible P-pero... en mi defensa. tú me asustaste primero.

El mayor suelta una pequeña risita torpe que hace que el estómago de Kaeya se sienta extraño.

El chico era una preciosidad... y tenia un gran, gran, graaan amigo allí abajo. Kaeya empezaba a mirarlo con otros ojos. Estaba sin palabras, no sabia que decir. Lo único que queria era arrodillarse frente al pelirrojo semi desnudo frente a él y rogarle que le dejara exprimir hasta la última gota de un orgasmo, que Kaeya estaria complacido de causarle con sus propias  manos... quizá su boca podria ayudarle.

-¿E-estás bien?-pregunta Diluc, mirándolo con ojos preocupados. No traía sus lentes y sus preciosos y grandes ojos; que más parecían dos rubís, le estaban haciendo sentir estúpido. Había conquistado extranjeros desde Alemania hasta Chicago y no podía abrir la boca frente al cerebrito nuevo de la universidad.

Cuando estamos nerviosos decimos tonterías, lo primero que se nos viene a la cabeza en la mayoría de los casos y quizá pasamos las mayores vergüenzas de nuestras vidas... pero Kaeya sobrepasó el limite.

-¿Me dejas chupártela?.....

Falofilia| Diluc x Kaeya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora