Capítulo 3

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"Miss. Fontaine regresó a Londres para triunfar. Nuestra intrigante viuda tiene la más clara intención de ostentar el valioso título de duquesa de Carlisle y su excelencia parece encantado con la idea de pasear a la hermosa rubia por los salones de bailes y próximos eventos.

¿Se avista un nuevo matrimonio o necesito cambiar mis anteojos?"

Sección de chismes aristócratas de lady Berricloth."

Aaron le dio una larga calada a su cigarrillo, esparciendo el vaho a lo largo de la amplia cama con sábanas de satén rojizo y textura agradable, y observó de reojo como la hermosa rubia que aceptó la tarea de satisfacerlo esa noche se acurrucaba contra su pecho, incomodándolo en exceso.

Triunfo o derrota ya no era tan acogedor como antes y nada tenía que ver que Aaron no se encontrara en su dormitorio personal, sino en una de las alcobas especiales para sus clientes más afanados en derrochar su dinero por estar unos minutos con una atractiva fémina dispuesta.

Desde que sus amigos se casaron y formaron sus propias familias, nada volvió a ser lo mismo para él en Londres, en sus clubes o en cualquiera de sus casas, dado que sus hermanas también habían formado sus propias familias y Aaron se sentía malditamente solo e incómodo cuando llegaba a cualquiera de sus propiedades en Londres.

Había estado casado durante cinco años con Valeria, una española que conoció en uno de sus largos viajes, y si bien su matrimonio había sido armonioso, no podía dejar de pensar en todos los abortos de su esposa.

Nunca pudieron tener un hijo, pero sí llegaron a presenciar cinco abortos.

Empuñó las manos, recordando la impotencia y el llanto de su esposa al no ser capaz de brindarle aquello que él anhelaba con cada fibra de su ser: un hijo, sin importar que fuera hombre o mujer, él sólo quería ver crecer a alguien de su sangre y saber cómo se sentiría una vez que fuera padre.

El cambio en sus amigos había sido reconfortante, todos eran felices con sus vástagos y los tenían a montones; Aaron quería eso, anhelaba formar su propia familia, pero sabía que retozando en su club de reputación dudosa no conseguiría una esposa. Ni la conseguiría a ella: la dama que lo evitaba como si él fuera la peste desde que llegaron a Londres.

Desde un principio estuvo enterado del delicado estado de salud de Valeria; a decir verdad, fue una de las principales razones por las que se casó con ella, más allá de su sustanciosa dote y lindo rostro, pero se suponía que ella moriría a los pocos meses de la unión, cosa que nunca sucedió porque su hermosa esposa pudo afrontar su debilidad física durante cinco años.

Cinco años en los que él llegó a apreciarla, pero nunca a amarla.

En un mes se cumplirían cinco años desde su partida y Aaron nunca había hecho el intento alguno, a pesar de la insistencia de su madre, de casarse de nuevo. Ni bien Valeria falleció, él huyó de Londres y no regresó hasta hace dos semanas, porque se enteró que Laurine había decidido ofertarse en el mercado matrimonial.

Ella quería casarse.

Ella pretendía ser, nuevamente, de alguien más.

Le dio otra calada a su cigarrillo, controlando el enojo que empezaba a formarse en su interior, e ignoró como la rubia se apoyaba sobre sus codos, dejando danzar sus voluptuosos senos desnudos sobre el colchón.

—¿Para eso me pediste que te hiciera compañía? —rezongó la rubia y Aaron sonrió con diversión, Jocelyn era demasiado sincera y temperamental, su amiga no había cambiado mucho con el pasar de los años—. Ya no eres tan divertido como antes.

Esclavos de la razón 06 *Libertinos Enamorados*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora