Capitulo 2

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Me levanto algo desorientado, parpadeo varias veces y recuerdo dónde estoy. La noche fue interesante, busque mi ropa en el suelo y me vestí rápidamente.

Veo a la rubia que dejaba ver su espalda desnuda entre sus sábanas, si que sabía cómo complacer. Aunque, su edad era ilegal para estar junto a mi, y viendo que ella se resistió varias veces, terminamos así. Sin importar, salgo de la habitación, y bajo hasta el primer piso, topandome con varias personas a mi alrededor en el suelo. Veo en la entrada mi auto, necesitaba mandar a arreglarlo, choque con una chica más ninguno de los dos hizo reclamos, al parecer teníamos cosas más importantes, subí al auto y me dirigí a mi casa.

Vivíamos en unos de las residencias más prestigiosas de New York, aunque mi madre lideraba la mafia en Europa, mi padre movía la de América. Así que ya sabrán, él porque ellos eran tan competitivos entre ellos, a pesar de todo se amaban profundamente.

La puerta es abierta dejando ver a varios hombres armados custodiando el lugar, le entregué las llaves a Lucas, el guardaespaldas personal de mi padre, además de ser su mejor amigo, y a veces mi niñero.

— ¡Vaya, hasta que llegaste! — dice mi padre.

Carlos García. Un hombre que a simple vista da miedo, su altura y complexión son lo que lo caracteriza, sus ojos verdes , y una sonrisa capas de hacer que caigas en sus negocios en un abrir y cerrar de ojos. Es mi padre.

— ¿Ocurrió algo? — pregunte, una vez nos abrazamos.

— Tu madre me va a colgar de las pelotas, si te pasaba algo, según ella eres un descuidado por mi culpa. — dice él.

— ¡Papá, Samuel! — mi hermana de ocho años, una niña con delirios de grandeza, nos ataca de repente captando la atención de mi padre, esa chiquilla 1,50m de altura era un peligro andante.

Mi padre se agacha quedando a su altura para abrazarla, mientras ella llenaba de besos su rostro.

— ¿Cómo te fue en el colegio, princesa? — pregunta mi padre tomándola entre sus brazos.

— Me saqué diez en todas las materias, le gané a todos los niños de mi salón. — emocionada, e ignorándome me hago el indignado.

Lleve una mano a mi corazón. — ¿A mí no me dirás nada?

Sus grandes ojos verdes me miran expectantes, su melena castaña clara se mueve con el viento. Sonríe.

— Cuando dejes de oler a sexo, hablamos. — suelta, mi padre la mira asustado y a vez mi madre escucho lo que ella decía.

— ¡Samuel! ¿Por qué la niña dice esas palabras tan ligeramente? — mi madre parada en la entrada de la residencia capta la atención de los dos.

Pilar García. Aquella mujer que daba miedo, que era capas de doblegarte hasta tenerte comiendo de su mano, castaña esbelta, alta, ojos negros como el carbón y una sonrisa radiante que dominaba a mi padre cada vez que quería, además de ser una mujer algo dominante tenía un corazón noble.

Me reí por lo bajo, ganándome una mala mirada de mi madre.

— ¿Qué? Yo no le enseño eso, es papá. — eleve mis manos en símbolo de rendición ante ella — Además, yo no le cuento cosas así.

— Excusas, excusas. — dice mi hermana — Tú y tío Guzmán dicen eso siempre cuando llegan de una fiesta.

Abrí mi boca para decir algo pero mi padre se adelanta.

— Mocosa insolente, eso no se dice. — habla bajo, pero mi madre por fortuna no escucho como yo si.

— Los quiero adentro para almorzar. — dice ella mientras camina hacia la sala perdiéndose de nuestra vista.

Adap de Cruzando limites CarmuelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora