Capitulo 3

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Carla Rosón

Solté un jadeo cuando su mano impacto en mi mejilla fuertemente, haciendo que un poco de sangre saliera de mis labios, ese sabor metálico que tan repugnante que hacía que todo en mi diera vueltas.

— Lo vuelvo a repetir, ¿Donde esta tu hermana? — veo al hombre frente a mi, mi padre que aunque no lo es, desde pequeña me acostumbré a decirle así, además su imagen se vería manchada si no lo hacía.

— N-No lo sé. — mi voz sale entrecortada por el dolor y humillaciones que vivía diariamente con él.

— ¿Cómo que no lo sabes? ¡Tú eres su hermana, debes responsabilizarte por ella! — exclama, haciendo que sus ojos celestes se volvieran más profundos y causarán ese miedo que siempre sentía cuando él se enojaba.

— Y-Yo lo siento, estaba en mi trabajo y la dejé aquí en casa, no pensé...

Me interrumpe. — Ese es el problema. Tu. No. Piensas. — puntualiza mientras su dedo índice pica mi frente — No sé qué hacer contigo, solo eres un estorbo en mi vida.

— No digas eso, por favor. — musite, esa vulnerabilidad siempre la había odiado, esa parte mía que tanto odiaba siempre estaba en mi — No pensé que se fuera a escapar, enserio... Además tengo que trabajar.

— Me importa lo que tengas que hacer, por suerte se dónde está tu hermana, pero tendrás que ir tú por ella. — dijo — No dejaré que mi imagen se destruya, por un pequeño error de tu hermana. — Suspira, toma unos cuantos billetes y los tira sobre la mesa — Eso es para el taxi, no dejaré que ninguno de los guardaespaldas vayan por allá, los reconocerían.

— Si. — susurré tomando los billetes, los metí en el bolsillo de mi delantal de camarera y salí de la gran casa.

El sol golpea mi rostro, eran casi las doce del medio día y no había llegado su hermana, preciso el día anterior la cafetería había reventado en ventas haciendo que trabajarán hasta la madrugada, debido a que era el último día de vacaciones de verano. Por suerte, a pesar de todo lo malo que estaba pasando por su hermana, el salario que había recibido había recompensado todo. Al menos podría comprar los útiles y el uniforme para el instituto.

— ¡Taxi! — extendió su mano, mientras llamaba al auto que la llevaría, frena adelante de ella — Me lleva a... — mira el papelito con el nombre del lugar — Dreamweaver Pub. — releí en voz alta, y el taxista asintió.

Cuarenta minutos más tarde, cancele el pasaje y camino hacia el club de mala muerte que estaba frente mío. Trago fuerte y casi caigo cuando un chico de pelo castaño salió casi atropellándome por su camino, aún así ningún de los dos dijimos nada.

Ingreso al club viendo uno que otro personaje en el suelo moribundo, el olor a alcohol, sudor y drogas llenaban mis fosas nasales, haciendo que arrugue mi nariz. Empujando uno que otro cuerpo con el pie, para abrirme camino, mire al barman en la barra americana. Me acerqué.

— Disculpa. — me mira con una sonrisa coqueta, ¿Que acaso no veía mi cara de preocupación? Pero claro, esa hombre, un idiota de las cavernas que pensaba con lo de abajo y no con su cabeza — ¿No viste a una chica de ojos verdes y cabello rubio? — pregunte — Un poco más baja que yo.

El ladea la cabeza. — Creo haberla visto con un chico anoche, subieron al segundo piso...

No espero a escuchar más y me apresuró a subir las escaleras, varias puertas, además de gente en suelo, se hicieron presentes en mi campo de visión.

Acaso los adolescentes, aveces no pensamos correctamente que andamos arruinando nuestra vida en estas cosas ¿Cierto?

« Te sorprenderías al saberlo. »

De puerta en puerta, temiendo encontrarme con una escena dañina para mis ojos – aunque la probabilidad era alta – , encontré a mi hermana en el último cuarto del fondo en medio de las sábanas desnuda.

Lo que me faltaba, que se acostara con alguien otra vez, y volver a cubrirla con mi padre.

— ¡Cayetana, Cayetana! — la zarandeo, trabajo de despertarla — ¡Despierta, Cayetana!

— Hmm, ¿Qué? — murmura ente dientes — ¿Carla? ¿Qué haces aquí? — se incorpora cubriendo su cuerpo con las sábanas — ¿Pero por qué estoy a ... — sonreí mordiéndose su labio inferior, no quería ni siquiera saber que pasaba por su mente — Papá te a mandando ¿Verdad?

— Si, muévete. — apresuré su paso tirándole las prendas de vestir a su lado.

— Me falta el sostén. — la muy descarada me sonríe. Deseé pegarle una cachetada, devolviéndole la que me dieron a mi hace unos momentos. Suspire y me agache bajo la cama mirando si lo encontraba.

— No es... — tome la cadena de oro que encontré entre mis manos, quise decirle pero me calle. A un lado del pie de la cama estaba el maldito sostén de mi hermana — Toma. — lo cogí para tirarselo en la cara — Vamos, apresurate antes de que se nos haga tarde. — dije algo molesta.

— ¡Hey! — exclama — No me levantes la voz, no eres nadie ¿Recuerdas? — eleva sus cejas, chasqueo la lengua molesta sabiendo que no podía contestarle, sin recibir un castigo de mi padre — Entendiste a la perfección,Carla. — se levanta y palmea mi cabeza.

Siento impotencia al no poder decir nada, muerdo mi lengua reteniendo todo. — Vamos a casa, espero y sepas que decirle a papá.

Se ríe. — Tú sabes muy bien que los castigo no los recibo yo, hermanita. — sonríe y salimos del lugar.

« ¡No te quedes callada! »

***

— Dos cafés late, y un helado con chispas para la mesa dos. — escucha como uno de los chicos de la cafetería pedía mientras asentía para preparar el pedido.

Agradecía internamente que mi jefe no me haya dejado atender este día, mi mejilla estaba totalmente roja, y mi espalda dolía a los mil demonios por el golpe que me había dado mi padre por mi hermana. Le pase el pedido a mi compañero de trabajo y este lo llevo a la mesa, donde dos chicos estaban con una niña rubia riendo animadamente.

¿Acaso había sido mala persona en otra vida para cómo está a viviendo? ¿Se merecía ese trato y humillaciones diarias que tenía? ¿Acaso la vida se empeña en joderme?

Suspire saliendo de mis pensamientos y me concentre en terminar este turno para poder ir a comprar los materiales de mañana, agradecía que podía ingresar a estudiar su último año. A pesar de tener dieciséis años, ya iba a ingresar a último año, era inteligente. Siempre tenía buenas notas, un excelente expediente escolar.

— Este será mi último año, y podre ingresar a mi universidad, madre. — susurre cerrando los ojos por un momento.

Una vez fueron las seis de la tarde, salí del lugar, era la última vez que trabajaba aquí hasta las próximas vacaciones. Me despedí de una sonrisa a mi jefa, quien me deseo lo mejor y me cuidara de todo.

— Eres bien recibida en mi casa, ¿Lo sabes? — asentí y me abrazó — Cuídate, y ven seguido por acá.

— Está bien, cuídese también. — le sonreí, aunque salió más una mueca por el dolor en la espalda.

— Cuidado mi niña, que te vaya bien en este año de estudio. — besa mis mejillas y salgo del local hacia el centro comercial.

Paro mi camino, cuando veo los autos esperándome afuera, subí al auto y le indique al chófer llevarme al centro comercial. Tome la cadena de oro en mis manos, no la había podido ver desde esta mañana por todo lo que había pasado. Era delgada, y el dije era un círculo con unos números al respaldo. Era bonita, decidí conservarla.

— Señorita Rosón, ya llegamos. — avisa el chófer.

— Gracias. — baja y mira todo a su alrededor, tenía que hacer dos cosas comprar el uniforme y materiales.

Adap de Cruzando limites CarmuelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora