V. La rueda sigue girando

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El paso por aquellos bellos jardines no provocaban otro sentimiento sino ansiedad a la joven. Recordada con flashes el día de su huida, de cómo tuvo que tirar con todas sus fuerzas para poder desencajar la puerta de piedra y el temor que sintió de pensar que Chase podría caer por la colina. ¡Chase! Era la primera vez en la que pensaba en su precioso corcel alazán. Estaba perdido, al igual que Viento Gris.
Los recuerdos la hacían viajar hasta el punto de que unas lágrimas mojaron sus mejillas. Rápidamente se las retiró con el dedo anular. Se había prometido a sí misma que no se mostraría débil frente al público, aunque aquello iba a ser muy difícil de cumplir.

—Bienvenida de vuelta, princesa, ¡he escuchado tanto hablar de vos! Sois toda una leyenda por aquí.

Con desgana, Mayleen giró la cabeza para ver de quien se trataba aquella dulce y melodiosa voz. Una joven con vestido azul escotado y hermosa cabellera castaña la observaba sonriente. Margaery Tyrell, sin duda alguna. La prometida de Joffrey. Era una mujer preciosa, con una mirada felina a la vez que tierna y una sonrisa que le hacía parecer que esconder los secretos de la Corte y la Corona. No sabía si podía confiar en ella, al menos, no por esos momentos. Había oído hablar de ella y era tan ambiciosa como una vez lo fue Mayleen y fue eso mismo lo que le hacía recelar sobre la joven rosa de Altojardín.

—Un placer conoceros al fin, lady Margaery.

—En primer lugar os doy mis condolencias por todo lo que os ha ocurrido. Sé lo que sentís —la muchacha agarró a May por el brazo y comenzó a andar entre los setos del inmenso lugar—, Renly... fue una dura pérdida para mí también.

—Sí, está claro, lo siento. Si me perdonáis, no me apetece demasiado hablar sobre el tema—. No era capaz de ocultar su falta de interés, además, le molestaba que estuviera comparando la muerte de Robb con la de Renly. Medio Reino sabía que al pequeño de los Baratheon le gustaban los hombres y por esa razón, a pesar de haber estado casados durante un mes, el venado nunca consumó su matrimonio con la rosa. Se hizo un silencio que Margaery rompió, era obvio que aquella mujer estaba educada para ser la Reina. Costara lo que costase.

—Y... decidme, ¿sabéis todo acerca de la boda?

—He escuchado, pero no se me ha informado de nada —respondió de forma mecánica la rubia. Era sincera, pues no tenía ni idea de esos planes—, no han pasado más que unos días desde mi llegada. No sé qué es lo que os han hablado de mí, pero puedo aseguraros que todo lo que haya salido de la boca de Cersei o de mi hermano es mentira.

—¿Por qué creéis eso?

May se paró en mitad del camino, obligando a la otra muchacha a parar también. Los ojos de la rubia se entrecerraron para analizar la expresión de su acompañante. No sabía si aquella pregunta era simple cortesía, era una duda real a causa de ser una desconocida o porque era necia. Esto último le pareció de lo más improbable, Margaery sabía demasiado bien lo que hacía.

—Conozco de vuestra relación con Loras y Willas y sé de buena mano lo admirable que es que os encontréis los tres tan unidos —la castaña sonrió halagada—, por desgracia, en mi familia no nos llevamos tan bien. Tan solo Myrcella y Tommen poseen un corazón noble. Joffrey y yo no podemos decir lo mismo. Jamás hemos tenido una bonita relación, es más, las únicas palabras que recuerdo saliendo de su boca para dirigirse a mí, han sido amenazas o burlas.

—¿Qué dijo acerca de vuestra llegada?

—Se va a convertir dentro de poco en vuestro marido, no debéis saber estas cosas—. La mueca que May puso intrigaba cada vez más a la Tyrell. Ella sí había oído cosas acerca de Joffrey Baratheon, en su mayoría malas. Eso no le daba miedo, pues había conseguido llegar al corazón de aquel sádico y extraño crío.

Dynasty || Juego de TronosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora