Capítulo: O2

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Con los dientes rasgando la cinta adhesiva blanca, Obito terminó de vendarse los nudillos ensangrentados, y el sudor se deslizó por su cuerpo mientras se levantaba tambaleándose de su cuclillas

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Con los dientes rasgando la cinta adhesiva blanca, Obito terminó de vendarse los nudillos ensangrentados, y el sudor se deslizó por su cuerpo mientras se levantaba tambaleándose de su cuclillas. El fuerte tintineo de las barras que se soltaban resonó en la sala de entrenamiento, con la respiración agitada de los otros luchadores que su entrenador supervisaba. La iluminación era tan apagada como siempre, con un amarillo desvaído que se proyectaba desde arriba, cada partícula de polvo visible en el aire mientras Obito pasaba por encima de otra mancha de sangre seca que había quedado en el cemento de los combates de la semana pasada.

Hizo rodar los hombros, gruesos y musculosos, y los dedos se enroscaron en la barra de dominadas que tenía encima. Sus brazos se tensaron al levantarse, con la barbilla rozando la barra y la mandíbula apretada por la fuerza bruta necesaria para levantar su propio cuerpo. La estructura metálica crujía bajo su peso; el luchador tenía movimientos casi robóticos cuando se levantaba, bajaba y repetía el proceso una y otra vez.

Hacía tiempo que había dejado la camisa a un lado, con el torso envuelto en la misma gasa con la que se había envuelto las manos, y los cortes y magulladuras de la semana pasada se iban curando poco a poco. Obito gruñó y se obligó a hacer un último estiramiento antes de volver a caer al suelo, con los pies descalzos que apenas hacían ruido. El luchador se sentó con la espalda apoyada en la pared del almacén y se pasó una mano por el pelo negro y húmedo, lo suficientemente largo como para que empezara a enroscarse en la nuca.

Sus dedos se detuvieron allí, tocando los mechones.

—Me gusta tu cabello largo —tarareó Kakashi, haciendo girar un trozo de pelo de Obito alrededor de su dedo—

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Me gusta tu cabello largo —tarareó Kakashi, haciendo girar un trozo de pelo de Obito alrededor de su dedo—. Me da algo de lo que tirar.

Obito levantó la cabeza de donde estaba apoyada en el vientre del más joven, los dos despatarrados en el sofá.

—¿Sí? ¿Intentas empezar algo? —Levantó una ceja ante la descarada sonrisa que se dibujó en los labios del estudiante.

—Tal vez —la respiración de Kakashi era como un susurro mientras Obito se apoyaba, con sus brazos musculosos aprisionando el esbelto cuerpo bajo el suyo.

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