Prólogo.

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Como es de costumbre, se levanta temprano hacer ejercicio a la misma hora de siempre, 5:45 am, fue al pequeño gimnasio que tienen en casa, que para su sorpresa su madre ya estaba ahí ejercitandose, corriendo un poco en la caminadora con una vestimenta deportiva, tenía sus audiculares por bluetooth puestos así que no se percató de la precensia de su hijo. El rubio simplemente dejó su botella de agua a un lado y se acercó a la otra caminadora que estaba al lado.

Su madre se dio cuenta de su llegada, se quito uno de los audiculares y habló.

—Buenos días, hijo.

—Buenas.—dijo desanimado.

—Uf, ¿con esos ánimos vas a hacer ejercicio?—expresó en broma.

—Si.—respondió seco.

La mujer sabía porque estaba así, tan irritado, molesto, se trata de una conversación que tuvieron ayer en la noche. O más bien, una discusión.

—A ver, sé que sigues molesto por lo de ayer, pero tienes que entender que tu padre sólo quiere lo mejor para tí.

Esa frase, esa última frase solo lo hacía enfadar porque sabe muy bien que eso es un gran mentira, una que se creyó todos estos años y que ha tenido que seguir por mucho tiempo, y ahora que tiene 18 años y está apuntó de terminar el instituto solo tiene ganas de acabar con toda esta farsa para poder hacer su propia vida, no la que le eligió un hombre caprichoso y ambicioso.

—Si, claro.—dijo sarcástico.

—Tienes que entenderlo, Golden.—volvió a decir.—Él está muy preocupado, sólo que ya sabes como es...

Un idiota.—pensó.

—Pero al final del día solo quiere que tengas un buen futuro. Eso es todo.

—No quiero ser dueño de esta empresa.—aclaró.

—Es tu deber...

—No, claro que no.

Ella rodó los ojos.

—Hijo, yo te he apoyado en todo p-

—Apoyame ahora.—se detuvo y bajó de la máquina.—Yo siempre he querido ser un músico, no dueño de una empresa que no me interesa para nada.

Ella suspiro, comprendía bien a su hijo y quería hacer algo también al respecto pero sabe muy bien que cuando su marido toma una decisión es muy difícil de que se eche para atrás. Así son de tercos los Fazbear.

—Te pusimos en clase de piano, violin y de guitarra.

—Todo para nada.—replicó.

—Dios, no digas eso.

—Es la verdad.

—Golden, ok, tu papá es un estúpido. Lo sé, porque yo viví muchos años con él, hasta les di tres hijos, y yo quisiera que él te dejara ser lo que quieras...—suspiro de nuevo.—... Pero es muy egoísta y le encanta el dinero.

—Solo piensa en eso.

La mujer acarició a su hijo por la espalda, intentando hacer que se calme un poco.

—Tranquilo, cálmate.—repetía mientras cometía su acción para hacer que vuelva a sus cabales. Miró el reloj colgando en la pared.—Son las seis, no pudiste entrenar casi nada. Ve y bañate, tienes que ir al instituto.

El mayor no dijo nada solo se marchó al baño, en el camino se encontró con su hermano menor, Freddy, quien estaba bostezando del cansancio y seguía somnoliento. Se dirigió a la cocina para tomar algo, la trabajadora que tienen estaba cocinando el desayuno para todos.

Sabor Miel. {Goldentrap} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora