TRES

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Por última vez utilizo el espejo, froto mis manos nervioso mientras miro mi reflejo

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Por última vez utilizo el espejo, froto mis manos nervioso mientras miro mi reflejo. Paso las manos por mi pelo, acomodando los cabellos que están fuera de su lugar, y recurro al reloj de mi muñeca. Tengo media hora para los últimos detalles. Salgo de mi habitación y tomo el camino a la sala para observar la mesa decorada con pétalos y vajilla fina. Las velas están apagadas, aún no es momento de encenderlas; la cama está arreglada, aún no es momento de alborotarla; el horno está esperando, pero aun no es momento de cocinar. La botella de champaña ya tiene su lugar en una cubeta con hielos, y los fideos siguen calientes en la olla, todo está listo.

Me siento en el sofá con mi celular en mano para abrir mi galería y la miro con esa lencería blanca, sus largos cabellos negros abrazando sus desnudos hombros y esos ojos verdes claros mirando fijamente a la cámara, buscando el ángulo correcto para resaltar su hermosa figura.

Debo admitir que todo en ella es hermoso. Sin embargo, es una necesidad resaltar su suave piel bronceada, su trabajado cuerpo con abdomen plano. El imaginar la sensación de sentir su cuerpo bajo de mis manos y tenerla únicamente para mí, esa prohibida y delirante sensación de tomar el cuchillo más grande de la cocina y enterrarlo en su pecho hasta que deje de respirar y así poderla saborear de verdad. Dios, aun no llega y ya la estoy imaginando dentro del horno de mi cocina.

Mi mente fantasea y mi hambre incrementa. Entonces escucho el timbre de mi departamento, me levanto del sofá mientras apago mi teléfono y lo guardo en el bolsillo de mi abrigo negro. Abro la puerta y la observo desde abajo para ver sus tacones de color rojo vino que resaltan sus delegadas y bronceadas piernas, su vestido ajustado de tela negra permite admirar sus curvas. Sus ojos verdes delineados y coloreados con sombras miran a los míos y mi mente ya imagina mis manos en varias partes de su cuerpo lleno de sangre, saborear cada parte de ella con sal y un poco de pimienta.

—Buenas noches —su voz es melodiosa y posee una dulce sonrisa. Me inclino hacia ella para darle un beso en la mejilla, puedo apreciar el olor que emana de su cuello, es una fragancia suave y exquisita. Así es como me gusta.

—Te ves preciosa —la halago mientras cierro la puerta de mi departamento ¿Debería ponerle seguro a la cerradura? Una de mis chicas casi logra escapar, no me debería arriesgar esta noche.

—Gracias, tú también te ves muy guapo —me guiñe un ojo mientras la dirijo a la mesa que organicé para este momento—. Todo se ve hermoso, Lucas —de mi bolsillo trasero saco un encendedor y prendo las velas cuidadosamente.

—Traté de hacer lo mejor para la mejor de mis citas —le sonrío y tomo asiento frente suyo —¿Deseas? —le enseño la botella de champaña helada, ella asiente entusiasmada.

—¿La mejor de tus citas? No te lo pregunté con anterioridad, sin embargo, eso responde a mis dudas. Sueles invitar a menudo a varias mujeres ¿verdad? —me dice mientras yo le extiendo la copa con el líquido amarillento burbujeando.

Cuentos para dormir (+16)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora