❝ Donde Kyojuro y Giyuu tienen que cuidar de una pequeña conejita. ❞
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@Hannyxe
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— ¿Cómo dices que se llama?
— Gilberta.
Respondió Kyojuro, saliendo de la cocina de Giyuu con una bolsita de papas chips en las manos. Sabito frunció el entrecejo en dirección de Giyuu quien rápidamente se excusó.
— Idea de Kyojuro.
Sabito hizo una mueca de disgusto.
— No quiero imaginarme cuando tengas tus propios hijos Kyojuro. Pobre de ellos.
El nombrado se encogió de hombros, restándole total importancia a sus palabras. Como a todo en la vida. Se sentó al lado de Giyuu y apuntó con su dedo a Sabito que lo escudriñaba con la mirada.
— En fin ¿Qué haces por aquí?
— La pregunta iría más bien para ti. ¿Qué haces tú aquí? Porque yo he venido a ver a MI amigo. —remarcó el Mi señalando a Giyuu.
— Vine a cuidar de Gilberta. —señaló a la pequeña conejita que yacía despierta pero descansando a un lado.
— Creí que habían acordado un día cada uno. —se dirigió nuevamente a Giyuu. El pelinegro se balanceó en su lugar.
— Ya ves como son las cosas.
Respondió con simpleza. Pero muy en el fondo Giyuu también se preguntaba cuando fue que tener a Kyojuro prácticamente todos los días en su casa se volvió una costumbre.
El chiste de cuidar a Gilberta ya no se lo comía. Sentía que había algo más por mucho que intentara negarlo.
Dirigió su mirada al rubio, quien con una zanahoria en mano que no notó antes lo acercaba a Gilberta. La conejita muy curiosa levantó sus orejitas saltando en dirección de Kyojuro, siendo seguida por Bobby, el conejo de Sabito y Sanemi. A quien por cierto Kyojuro llamó perro porque según él tenía nombre de uno.
Sin darse cuenta sonrió con parsimonia.
Regresó su vista a Sabito encontrándolo con una mirada que sintió le calaba hasta el alma. Casi podía jurar que le estaba leyendo la mente en esos momentos. Y la sonrisa que le dio segundos después de una intensa mirada, lo hicieron tensarse al sentirse descubierto. ¡Y ni siquiera sabía de qué!
Estuvo a punto de replicar con lo primero que se le venía a la mente cuando el grito de Kyojuro llamó la atención de ambos.
— ¡HEY, NO! ¡CON MI HIJA NO!
Bobby perseguía a Gilberta.
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