Querer, pero no poder I.

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En la carpa. No había nadie, excepto a Alicia y Raquel. Tamayo contó a Alicia lo que tiene que hacer y ella, sin otra alternativa, lo aceptó. Raquel trató de dormir un poco así que escondió la cara en sus manos. Alicia siguió sentando en la silla, en silencio, profundo en sus pensamientos.

Así que no se dió cuenta que a alguien entró la carpa. La persona siguió sus pasos derecho a Raquel. Enteró la parte aislada y se quedó delante de ella por unos segundos. Carraspeó y Raquel reaccionó inmediatamente. Intentó reconocer la persona, pero tenía mirada borrosa.

Al(guien): Hola Raquel. Cuánto tiempo, ¿no?

En ese momento Raquel no necesitó ojos para reconocer esta voz tan conocida. Su respiración se aceleró como entonces. Cerró los ojos y trató de despertarse de esa pesadilla más dura que ninguna otra.

Al: ¿No piensas en decir nada? Bueno, nunca has pensando mucho, en realidad. Pero vamos a cambiar el tema. ¿Cómo está mi Paula?

"Mi Paula". Qué cabrón. Cómo puede alguien ser tan cruel como él. Apretó los puños de rabia y inspiró con fuerza.

R(aquel): Paula cesó de ser la tuya cuando me has tocado por primera vez, cabrón.

Al: Claro, supongo que ahora se está jugando con niños de Hawaii, ¿no? Dime, ¿se preguntó por mí?

Raquel movió su mirada hacia Alberto y le miró directamente a los ojos.

R: No. Te aseguro que ni una vez, no te preocupes. ¿Qué quieres de mí Alberto?

Alberto acercó la cara a ella para verla mejor, pero Raquel instintivamente apartó la vista y se alejó un poco. A Alberto le escapó una carcajada.

A: Yo creo que sabes perfectamente que quiero saber. ¿Dónde está mi hija?

R: Eres mucho más ingenuo que pensaba. Pero, ¿qué pasó? ¿Dejaste de disfrutar follando a mi hermana?

Alberto se enfadó y le agarró de la cara. Raquel le intentó evitar, pero él estaba más fuerte que ella.

Al: Te crees que eres muy lista, ¿verdad? Que tu Profesor te nubló la razón y te hizo muy egoísta. No creo que alguien cómo tú puede ser capaz de cuidar nuestra hija.

Los ojos de Raquel se llenaron de lágrimas. Sabía que la intentó manipular y obligarla decirlo dónde están, pero esa violencia le recordó los días duros de la vida con él.
Alberto la soltó y se rió.

Al: Ay, ay Raquel no se cambiaste, de verdad. En serio crees que te quiero...

Siguió riendo con las lágrimas de risa.

Al:...pegar. ¡Dios Raquel! No has cambiado en absoluto. Eres tan patética como entonces. No, eres más patética que nunca porque estás follando con el imbécil del Profesor. Dime una cosa, Raquel. ¿Cómo es en la cama? ¿Cómo es follar con el mayor hijo de puta del mundo? No puedo imaginarlo en completo.

Raquel se tembló por todo el cuerpo. Sentó el mismo miedo que sentía hace mucho tiempo, pero todavía lo tiene en el fondo de así misma. Solo su presencia le ponía nerviosa.

R: Comparado contigo no lo estoy traicionando con su propio hermano.

Alberto le dió una bofetada y le agarró del pelo. Se acercó a su oído y susurró.

Al: Mira, hija de puta, ahora me vas a decir dónde está mi hija y quizás no me vas a ver en tu puta vida porque creo que llevar una niña de diez años a la cárcel no es correcto.

Raquel lloró sin consuelo. Deseó que todo eso acabó. Pero también sabía que tiene que luchar para ver su Paula de nuevo. Apretó los puños y intentó liberarse. En ese momento entró Alicia.

Antes...

Alicia se sentaba en la silla con la mirada perdida. Las cosas se jodieron de hecho en unos minutos. Una de sus manos durmió en su vientre. Necesitó pensar claro, pero no podía evitar la sensación de que estaba jodida. No necesitaba ser Einstein para darse cuenta que en cada caso va a la cárcel. El idiota de Tamayo la dejó claro fuera del juego. Pero el juego aún no había comenzado.
Alicia quedó en sus pensamientos por un rato cuando se sintió muy incómoda. Se puso de pie y bostezó. De repente olió un perfume de alguien aún desconocido. Gracias al olfato más sensible que nunca reconoció la persona casi inmediatamente. Nadie tiene el perfume tan amargo como él. Miró alrededor y lo encontró con Raquel dándola una bofetada. En ese momento la sangre empezó a hervir en ella. No podía creer que estaba aquí detrás de su espalda, además de que le ha pegado a Raquel fue algo inaceptable. Casi corrió hacia él. Le tocó el hombro.

A(licia): ¿Qué haces aquí?

Alberto, sin querer, le dió una bofetada a Alicia. Raquel abrió los ojos asustada y miró la escena. Alberto estaba mirando tan sorprendido como ella.
Alicia cayó, pero gracias a una mesa tuvo oportunidad de apoyarse y no caer completamente.

R: Joder, ¿qué has hecho?

Dijo con voz suave, con los ojos brillantes. Alicia se repuso y se cubrió la cara con la mano. Sintió que la sangre le recorría de la nariz. Con la boca abierta observaba su mano, marcada de sangre.

R: ¡Estás sangrando!

Gritó y de repente empezó a reaccionar Alicia. Miró lentamente a Alberto que estaba paralizado.

A: ¿Qué me has hecho?

Alberto no dijo nada.

A: ¿¿Qué me has hecho??

Gritó y unas lágrimas caían por su rostro. Apretó el puño para darle una bofetada. Raquel, menos mal, reaccionó a tiempo, se puso entre ella y Alberto y subió las manos esposadas en señal de paz.

R: ¡Alicia no!

[No] Tengo LímitesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora