[No] Tengo Límites

Historia de un amor

¡Raquel!

Como todo bueno en mi vida empezó a mi historia de amor gracias a Raquel. Nunca pensaría que esa experiencia loca me va a cambiar la vida.

Estaba cagada de miedo. A mi mejor amiga. ¡No! A mi hermana le han pegado un tiro y ha sido por mi culpa. Nunca sería capaz de perdonarme si le pasa algo.
Llegamos yo y Ángel al ingreso de pacientes urgentes. Bueno, llegamos, mejor dicho que irrumpimos. Yo irrumpí a la recepción y comenzó a gritar por todo lados.

¡Contesta de una puta vez! ¿Dónde está Raquel Murillo? Joder, ¿sabes quién cojones soy yo?

La pobre enfermera era jovencita y pareció ser nueva ahí. Ahora me arrepentí de haber llevado duro con ella.

Mira, soy policía y si no me digas dónde está Raquel Murillo te voy entregar en esposas por no haber dicho los datos importantes a una policía.

Menos mal Ángel ha llegado justo a tiempo antes de que la pegara un tiro.
Me agarró de los hombros y susurró a mi oído en la voz baja.

- Alicia. ¡Alicia! Cálmate, por favor. Así no ganes nada. Disculpe.

Yo me libré de su apretamiento y no grité por toda la sala.

Déjame en paz. Estoy tratando de ganar información necesarias.

Giré de nuevo a la enfermera que se escondía detrás de un ordenador. Ángel me agarró de nuevo y me miré directamente a los ojos.

- Pero no de esta manera.

Estaba enojada, sí, pero tenía razón.
Comportaba en base de los emociones y no pensaba racionalmente.
Así que traté de tranquilizarme, pero fue para nada cuando la enfermera empezó a hablar, por primera vez tenía que decir algo.

- ¿Ra..Raquel Murillo ha dicho?

Titubeaba. Inmediatamente la atravesé con la mirada seria.

Sí lo he dicho, ¿dónde está?

Ángel me puso la mano en el hombro, pero lo rechazé bruscamente.

- La han traído aquí hace unos minutos. Está registrada en la habitación 410. Pero estas informaciones deben saber solo sus parientes. ¿Son sus parientes?

Claro, no ves la forma. Soy su hermana.

Y salí de ahí a buscarla. Ángel le dió las gracias y corrió hacia mí.
Yo estaba como una loca, corriendo por todo el hospital. Subimos, junto con Ángel, en ascensor. Tuvimos que preguntarnos a unas enfermeras, porque el hospital era un laberinto. Cuando por fin encontramos el habitación 410, un médico justo salía de ahí.

¡Oye! ¿Usted es el doctor que cuide de Raquel Murillo?

- Sí.

¿Cómo está? Por favor, dime que está bien.

- Lo siento, pero ahora no tengo tiempo de charlas. Tengo muchos pacientes.