IV

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Parte 4.

Draco no se habia atrevido a perseguir a Potter.

De todas formas, realmente no hubiera sabido que decirle y se arriesgaba a recibir otra maldición de parte del furioso chico.
Suspiro sonoramente, apoyándose contra el muro de piedra, donde instantes antes, Potter lo habia besado con ferocidad. Tenía la certeza de que acababa de arruinar todo entre Potter y él y acababa de cavar su propia tumba. No habia forma de que el salvador del mundo mágico desarrollara ningún tipo de sentimiento afectivo hacia él, menos serian capaz de formar una amistad.

Cada vez que se acercaban, terminaban peleando. Siempre habia sido así y aun después de la guerra, eso no habia cambiado.

El camino de vuelta a las mazmorras fue tortuoso y exageradamente largo. Mientras discutía con Potter, habia caído la noche fuera del castillo y por fortuna, no habia estudiantes merodeando por los pasillos, lanzándole miradas de odio o curiosidad.

Una vez en su cama, lo sucedido cayó como una piedra dentro de su estómago.

Apretó los dientes con furia al recordar las hirientes palabras de Potter, pero sobre todo recordó el ardiente beso. Por Salazar, el creía que el anterior habia sido un buen beso, pero ahora, tras ser poseído de esa manera contra el muro por los labios de Potter, ya no estaba tan seguro.

Gruño de impotencia, maldiciéndose a sí mismo por volverse de mantequilla cada vez que Potter lo tocaba.

Mientras dormía, la resignación fue colándose en su cerebro. Habia arruinado cualquier posibilidad de que Potter lo ayudara y ahora tendría que lidiar con las consecuencias.
Probablemente, esas consecuencias serían morir.

—0—

Después de lo ocurrido la noche anterior, Draco esperaba recibir odio y silencio de parte de Potter. Podía lidiar con su indiferencia, suponía. Habia sobrevivido a cosas peores.

Lo que de verdad no esperaba, era que el mismo Potter lo buscara.

Draco habia acudido a la biblioteca para ponerse al día con los deberes, aunque sospechaba que era una pérdida de tiempo. Si realmente se aproximaba su muerte, completar una redacción para la profesora McGonagall parecía una total pérdida de tiempo, pero no tenía nada mejor que hacer, salvo revolcarse en autocompasión y lamentarse por su suerte. No gracias. Esa opción no era digna de él.

Pero Potter habia llegado a interrumpir la relativa calma que habia conseguido, escondido entre las estanterías, lejos de las miradas.

—Malfoy—Potter sonaba como si hubiera corrido un maratón, despeinado y sin aliento.

Sorprendido en extremo por su repentina aparición, Draco se percató de que Potter lucia arrepentido, como un perro apaleado, tironeando de su cabello nerviosamente.

—Lo siento—Susurro, haciéndolo abrir sus ojos con sorpresa—. Me comporte como un imbécil.

Draco boqueo, sin saber que responder. Era realmente difícil dejarlo sin palabras, pero últimamente Potter parecía ser un verdadero experto en ello.

—Me puse a mi primero, cuando la prioridad deberías haber sido tú. Yo no voy a morir por una maldición y… no pensé en que en el fondo, debes estar aterrado por la posibilidad de una muerte inminente. Cualquiera lo estaría.

—Habla el que se entregó a Voldemort en bandeja.

— ¿Y crees que no sentí miedo? —Aunque era una pregunta, Potter se respondió solo—. Claro que lo sentí. Estaba aterrado. Pero al final, no tuve otra opción que resignarme, por el bien de la gente que amaba.

AemulusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora