II

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Recordaba con dificultad la voz de su madre... una dulce y débil voz... Apenas podía escucharla... pero por alguna razón le causaba tranquilidad imaginar que estaba en sus brazos, obviamente cuando él era un bebé.

Pero no la pudo recordar mucho más. Ella había muerto al momento de dar a luz a su único hijo.

Un ser inmortal había caído ante otro ente inmortal, la muerte. Y su padre había sido testigo de aquel evento tan extraño.

El ultimo recuerdo de su padre, fueron unas frías palabras que lo dejarían marcado en su infancia.

Te odio.

El entendía por qué lo odiaba. Había sido su culpa. La muerte de su madre, y el único gran amor de su padre, había sido su culpa.

Pese a todo esto, Él...

Sentía hambre.

Pese a no tener la capacidad de acabar con su vida, el hambre no le era indiferente. Pero el ardor en su estómago había sido ignorado por él desde hace ya mucho tiempo.

Él lo sabía muy bien. No podía morir, no necesitaba comer ni beber.

Pero en su refrigerador, estaba aquel pastel que le había regalado una descendiente de su antigua amiga, un retrato exacto de su rostro y belleza.

Se levantó del sofá donde se había tirado cuando se fue la pelicarmín, y fue directamente hacia la puerta de su refrigerador.

Delicioso... —aduló para sí mismo.

¿Hace cuánto tiempo que no comía algo?

Él tampoco sabía responder a esa pregunta. Pero el pastel obsequiado, era realmente agradable, especialmente si solapaba el ardor en su estómago.

No quiso terminarse todo el pastel, guardó nuevamente el plato en el refrigerador, y se volvió a lanzar en el sofá.

Cuanto le agradecía a su amiga haberle regalado aquel departamento.

Cerró los ojos esperando hacer transcurrir el tiempo lo más rápido posible.

No esperaba nada para su infinita vida, pero sentía que algo iba a ocurrir dentro de poco. Y sentía un poco de ansias por vivir aquel evento.

"Ding Dong"

Y ahí estaba el sonido que estaba esperando.

¿No me estoy emocionando demasiado? —se preguntó a si mismo mientras se levantaba a abrir la puerta— Da igual...

No quiso revisar nuevamente quien era. Quiso seguir su corazonada.

¡Buenos días! —saludo animada su vecina.

Hola. —le correspondió observando su inusual vestimenta.

Ichinose Honami, aparentemente la nueva casera del edificio donde vivía, vestía un delantal sobre una ropa común. Esto no era algo inusual. Pero para el castaño si lo era.

¿Qué se te ofrece?

Pues... no escuché ningún ruido en la mañana... —explicó— Supongo que no has desayunado...

No. No he desayunado. —confirmó las sospechas de la pelicarmín.

Pues... quería invitarte a desayunar... —dijo rascándose la mejilla.

No tenía necesidad de comer. Pero hace muchos años que no recibía una invitación a comer algo.

Y realmente estaba aburrido de no tener una razón para salir de esa habitación. Quería ocupar su mente en otra cosa que no sean sus recuerdos.

Inmortal [Ayanokouji Kiyotaka X Ichinose Honami]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora