I

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Era su sexto intento en lo que llevaba de la semana. Un viernes que lo llevaría directamente a los brazos delgado de la muerte.

No iba a tener una muerte que manchara las paredes y los muebles de su apartamento. El cual acababa de limpiar...

Sería una muerte rápida y pulcra.

Sosteniendo el vaso fuertemente, a punto de romperlo en pedazos, yacía la bala que tenía su nombre escrito desde su creación, una bala que no sería usada de la forma más eficaz, pero tendría la finalidad que tiene cualquier otra bala.

Sacó sin cuidado alguno la bala, quemándose los dedos al segundo de tocarlo. Y sin esperar ningún mensaje de algún ente sobrenatural que le impidiese lo que estaba a punto de hacer, se la tragó.

Engullirlo fue tarea fácil, las dimensiones de esa bala no eran lo suficientemente escandalosas como para no tragarlas, aunque esto no se debía hacer bajo ningún concepto.

¿En que momento se le había ocurrido una forma tan poco ortodoxa de acabar con su vida?

Pero finalmente lo logró, la bala empezaba a atravesar su garganta gracias al líquido en el cual había sido bañado hace poco, un fuerte ácido que al contacto con la piel la quemaba, dejando un ardor muy doloroso y difícil de soportar.

El cerró los ojos...

Esperando no poder abrirlos nunca más...

"Ding Dong"

El castaño apretó los ojos al escuchar el sonido de su timbre. Era realmente molesto que un sonido que debería producirte una sensación de felicidad... no te haga otra cosa que molestarte...

Pero no tenía caso, su plan había fallado... Nuevamente...

Él seguía vivo.

¿Sí? —saludó abriendo la puerta de su apartamento.

No tenía caso revisar de quien se trataba. No podía morir... los peligros del hombre común realmente le tenían sin cuidado... Eso se podía ver claramente en su mirada vacía y sin brillo, el deseaba morir...

No por depresión, o algún tipo de sentimiento negativo... El solo quería estar en paz...

Paz en la nada...

¡Hola! —le saludó sonriente una mujer— ¡Soy tu nueva vecina!

El castaño sacó la cabeza de su habitación y observó en la dirección que apuntaba el dedo de la pelicarmín.

Pero aquel movimiento no fue solo para observar lo que le indicaba aquella mujer, sino, también para observar disimuladamente su rostro.

Algo le causaba cierta extrañeza en su interior... una extrañeza que sintió hace ya muchos años.

¡Sí! ¡Ese es mi apartamento! —río levemente— Espero que nos llevemos bien.

Lo mismo digo. —respondió cortante.

¡Ah! Es cierto... —dijo tendiendo un pastel frente al castaño— ¡Ten, es un regalo!

Oh... —aceptó con cierta dificultad.

La desconocida pelicarmín lo había prácticamente obligado a aceptar su regalo.

¿No debería ser al revés? —preguntó dudoso.

¿Sí? La verdad es que no tengo idea... —dijo riendo en voz alta.

Gracias. Supongo...

Inmortal [Ayanokouji Kiyotaka X Ichinose Honami]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora