Capítulo 4

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24 de Diciembre, 06:00 pm. En unas frías montañas de las tierras del norte.


Un hombre con el pelo pincho de color negro, vestido de ropas azules, estaba parado en lo alto de una montaña. Estaba meditando. El gélido viento que azotaba en el lugar parecía no inmutarle, ya que el rictus de su rostro estaba muy serio, algo muy típico en él.

En ese momento, un sujeto con características similares al primero hizo su aparición de improvisto, a pocos metros de él. Vestía un dogui color naranja con el símbolo kanji de la tortuga en la espalda.

—Vegeta —mencionó el tipo vestido de anaranjado.

—¿Qué quieres, Kakarotto? —habló de mala gana el aludido sin dirigirle la mirada a su interlocutor—. ¡Lárgate!

—No seas así. Bulma me contó lo ocurrido.

—¡Esa chismosa! ¡Tiene que siempre estar contando nuestras cosas!

—Bueno, ella está preocupada por ti. Ya se acerca la nochebuena y no has aparecido por casa.

—¡Me da igual esas estúpidas celebraciones terrícolas! —exclamó furioso.

—A ti puede no importarte, pero... 

—¡No me molestes más! —lo interrumpió—. ¡Vete y no te metas más en mis asuntos, Kakarotto!

—Pero, Vegeta... 

—¡Vete!—alzó la voz.   

—Está bien —refirió apenado Goku—. Pero medítalo bien. Quizá a ti no te importen las navidades, pero tienes a tu mujer y a tu hijo Trunks esperando por ti. Estoy seguro de que ellos quisieran estar contigo esta noche.

El sólo mencionarle el nombre de su hijo hizo que Vegeta reaccionara. Abrió los ojos ampliamente. El rígido rictus que tenía en su rostro se ablandó un poco. 

—Uhm... —meditó Vegeta.

—¡Adiós y feliz navidad! —dijo Goku con su típica bondadosa sonrisa y su mano derecha arriba a modo de despedida, para luego desaparecer del lugar.

Luego de que Goku, se fuera, Vegeta se quedó pensativo.

A él no me importaban las celebraciones terrícolas para nada, en lo absoluto. Peor todavía, esta era la época del año que más odiaba, por lo que la navidad significaba.

Todo el barullo de la ciudad, el ruido de los villancicos navideños escuchándose en cada rincón, la gente feliz por las calles comentando sobre sus compras, los preparativos para la nochebuena, etc. Toda esa felicidad desbordando en seres inferiores como los humanos, era algo que siempre le había parecido muy patética.

En navidades anteriores él se había escabullido de todo eso yéndose a entrenar a las montañas, pero había tenido que regresar a su casa para la cena de nochebuena a insistencia de su mujer. Bulma lo había obligado a que debía estar con su familia ese día, a pesar de que Vegeta no creyera en la navidad. Esto y un excelente motivo adicional —una apetitosa cena de nochebuena— eran unas excelentes razones para que el saiyajin decidiera pasar la noche del 24 de diciembre con su familia. Sin embargo, todo era muy distinto ahora.

Después del destrozo que provocara sin querer y de la discusión que tuvo con Bulma, a Vegeta se le habían ido las pocas ganas que tenía de celebrar la navidad con su familia. Fue así que había decidido pasar una buena temporada solo, entrenando en esas montañas, lejos del algarabía de las navidades, lejos de los reproches de su mujer...

Los gritos insoportables de Bulma, tres días atrás, lo habían sacado de sus casillas. De este modo, decidió darle una lección: se distanciaría de ella por una temporada. Pero... eso no implicaba solo aquello, porque también estaría lejos de su hijo. 

De cómo un saiyajin salvó la Navidad (Fanfic de DBZ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora