El limbo

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La oscuridad envolvía a Adler cuando abrió los ojos. Estaba en el suelo tumbado y notaba un frio horroroso en el cuerpo. Se incorporó. Estaba metido en un pequeño charco de agua. Parpadeó unas pocas de veces y sus ojos comenzaron a adaptarse a la oscuridad del lugar. ¿Dónde estaba? Había saltado desde la catarata hacia el vacío ¿Qué hacía allí? Miró a su alrededor. Una enorme caverna de piedra maciza lo envolvía. ¿Estaba en una cueva? Notó el frio característicos de las mismas. Si, era una cueva o al menos similar a una. Se levantó del charco de agua sobre el que había despertado y miró hacia arriba. No había apertura ninguna, solo piedra rugosa y dura ¿Qué tipo de mineral era? Tenía un tono negro con tapices marrones junto a un ligero brillo. No era un experto en piedras, pero aquellas no eran conocidas para él. Observó a su alrededor. Solo vio una salida que se situaba enfrente suya. ¿Esto era El Limbo? Jamás se lo hubiera imaginado así, pero tampoco le sorprendía. Había algo en aquel entorno que lo inquietaba. Cada ápice de su instinto le gritaba que estuviera en alerta.

Se adentró en el pasillo. Sus ojos se habían adaptado a la oscuridad del lugar y ya no le resultaba confuso. Mientras caminaba pasó la mano por la rugosa piedra. Estaba helada como el hielo.

Una luz azul apareció unos metros más delante de Adler en la pared. Sacó la daga del cinturón. Segundos más tardes se encendió otra pequeña luz en la pared contraria. Luego el pasillo se iluminó por completo.

Adler se acercó a una de las luces con paso cauto. La observó. Era una antorcha metida en una pequeña cobertura que había en la pared. ¿De dónde salía aquel fuego azul? No desprendía ningún tipo de calor. Por un segundo estuvo tentado de pasar los dedos por encima con rapidez, para comprobar si quemaba, pero se convenció de que lo mejor era no jugar con cosas que no entendía.

Agradeció que el camino ahora estuviera más iluminado. Eso le ayudaría a guiarse con facilidad. El pasillo parecía no tener fondo. Las pequeñas antorchas azules continuaban sin cesar cada cierta distancia.

Adler pensó en como estarían Sheyla y Siferin. ¿Llegaría demasiado tarde? Desde que entró a La Senda había intentado perder el mínimo tiempo posible. Aquello le hizo preguntarse una cosa ¿seguiría habiendo un sendero? No era común en las cuevas encontrar senderos, ya que no era tan fácil de señalizar como en un bosque. «Ya lo veré más adelante» se dijo y se centró de nuevo en su familia. «Oh Sheyla cuanto te echo de menos. Como desearía poder abrazar a nuestra pequeña»

De pronto Adler sintió un cansancio enorme en cada parte de su cuerpo. ¿Cuánto llevaba despierto? Desde la última vez que durmió y tubo aquella pesadilla no recordaba haber vuelto a descansar, pero no pararía hasta divisar que le esperaba más adelante. Tenía que asegurarse que podía estar a salvo.

Tras caminar un buen rato el pasillo dio paso a una enorme sala. Adler se quedó asombrado al contemplarla. Lo único que veían sus ojos eran puentes. Se entrelazaban entre ellos, otros se cruzaban, otros se cortaban o ni si quiera llegaban a tocarse. Esa telaraña de puentes se extendía en todas las direcciones. Arriba, abajo, izquierda y derecha. Tan lejos que Adler no alcanzaba a ver el fin, mirase para donde mirase. ¿Qué demonios era eso? ¿Cuál se suponía que era el camino correcto? De pronto todo el cansancio que había sentido desapareció y fue sustituido por un leve nerviosismo. Miró el puente que tenía delante de él y no vio ningún tipo de guía. Se asomó hacia los que había justo debajo de él. Nada. Ninguno tenía algo distintivo que indicara el camino a seguir. Todos eran idénticos. Enormes vigas de acero en los laterales con gruesas planchas de madera.

«¿Quién ha construido esto? ¿Hablaban los Antiguos Textos sobre esto?» se preguntó. Jamás había escuchado nada parecido en las viejas leyendas que le contaban sobre La Senda. ¿Un laberinto de puentes? No, según había escuchado durante toda su vida El Limbo debería de ser un lugar oscuro, plano, liso, donde las almas caminaran sin ningún objetivo. Almas desterradas, almas fracturadas entre El Reino Elevado y Las Tierras Oscuras. Sintió miedo, miedo a lo desconocido, miedo a ser consciente por primera vez, de que allí, en aquel mundo llamado La Senda, había cosas que no eran como ellos imaginaban. Era consciente que desde Los Antiguos Textos habían pasado muchos siglos, pero lo que veían sus ojos... No, aquello no se acercaba ni remotamente a lo que se contaba en los libros.

La Senda OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora