Emory.
Los latidos frenéticos de mi corazón retumbaban en mis oídos y creí que iba a sufrir un colapso luego de reconocer a la persona que tenía frente a mí. Sus labios formaron una ligera sonrisa ladina notando mi estado de perplejidad y se inclinó para dejar en el suelo las pesas que estaba usando para ejercitarse.
Era Axel Woodley, mi primer amor y también mi más grande desilusión cuando apenas tenía dieciséis años. Desde entonces no volví a verlo, ni a su familia.
—¿Cómo te sientes? —me preguntó, consiguiendo que volviera a poner los pies sobre la tierra. Escuchar su voz después de tanto tiempo me provocó una sensación extraña en el estómago y un choque de electricidad me recorrió la columna vertebral. Era más grave que antes y también neutral.
Lo miré sintiéndome incomoda por la situación en la que estábamos, y la vergüenza me golpeó agresivamente al ser consciente de que era su ropa la que llevaba puesta y no recordaba nada de lo que pudo haber pasado.
«¡Carajo!».
—Me duele un poco la cabeza —respondí y agradecí que mi voz no titubeara. Tragué saliva con dificultad por la inquietante manera en que me estaba observando y respiré hondo, armándome de valor para preguntar lo que realmente me importaba—. Escucha, no recuerdo nada sobre anoche, ¿por qué estoy aquí contigo? ¿Acaso nosotros…?
No sabía cómo terminar la maldita pregunta y él arqueó una ceja mirándome con diversión.
No pude evitar detallarlo todavía asombrada de volver a verlo. Los rasgos de su rostro eran mucho más maduros, también parecía más alto (superando a Spencer) y su cuerpo estaba perfectamente trabajado, brillando por la piel levemente bronceada. Su cintura era igual de delgada como lo recordaba, y ahora tenía el brazo derecho tatuado desde su ancho hombro hasta la muñeca, el otro solo en parte de su antebrazo y uno más en su pectoral izquierdo, muy cerca del centro de su pecho. Su mirada oscura era más profunda e intensa siendo remarcada con sus cejas espesas y pestañas naturalmente rizadas.
—¿Quieres saber si follamos? —inquirió terminando lo que yo no pude y asentí sintiendo mi rostro calentarse—. Si te hubiera follado no lo habrías olvidado —aseguró con un tono arrogante.
Mis pulmones soltaron el aire que estuve reteniendo gracias a que su respuesta, además de vergüenza, también me concedió alivio.
—¿Entonces por qué estoy aquí y no en mi departamento? —interrogué.
Había algo diferente en él, además de la perfección física que la vida le dio. Era su aura, su mirada. Destilaba tanto oscuridad como peligro y, aunque siempre tuvo una apariencia atractivamente intimidante, ahora se acentuaba más.
Y era igual de intenso que la fascinación que no se molestó en ocultar mientras me miraba.
—Estás aquí porque anoche no quisiste irte del club con Spencer y él me pidió que cuidara de ti —explicó secándose el sudor del rostro con una toalla pequeña—. Luego no tuve otra opción, mas que traerte aquí.
—¿No tuviste otra opción? —urdí.
Me miró serio y no me inmuté.
—No, la puerta de tu departamento estaba cerrada con llave.
Respiré hondo, procesando que Spencer fue capaz de dejarme a mi suerte por primera vez y también me preocupé por Paula. Esperaba que hubiera llegado a su casa intacta.
La cabeza me punzó horriblemente cuando comencé a recordar y solo conseguí llegar hasta la parte donde bailé con... ¡Mierda! ¿Axel era el desconocido que estuve a punto de besar? No puedo creer que no lo reconociera.
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Peligrosa Oscuridad [+18] || #1
RomanceLuego de tres semanas lidiando contra las inseguridades que le dejó la ruptura de una relación, Emory se levantó volviendo a ser la chica segura de sí misma que siempre fue. Todo había vuelto a la normalidad, sus objetivos eran claros y no planeaba...