4-UNA AVENTURA INOLVIDABLE

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Llegue al Himalaya mediante un atajo que me enseñó mi buen "amigo" Hades.

El atajo era abrir el suelo y que te llevase una arpía.

Me puse el manto de Hades y empecé a escalar la condenada montaña....

A los 50 metros ya estaba cansado, necesitaba un respiro, pero justo cuando puse el culo en una fría roca me sobresaltó una manada de lobos que estaban en una cueva cercana. Uno de los lobos se me abalanzó y yo con miedo puse la espada entre los dos consiguiendo que el lobo se partiera por la mitad.

Ahora todos cabreados se abalanzaron hacia mí a la vez, lo que siguió después de esto fue un verdadero espectáculo. A algunos los esquivaba y a otros les cortaba la cabeza en el aire. Al final solo quedó uno que intentó huir pero salte sobre él y le clavé la espada en el cuello.

Seguí escalando y encontré algo curioso en la cima de un bordillo. Había un minotauro cabreado tirándome piedras. Muchos diréis "tenías el manto de Hades, no podía verte" y tenéis razón, pero podía oler, y sentía como si su aliento recorriese cada fibra de mi ser. Otros dirán que fue muy divertido, como un juego de Donkey Kong. Pues os equivocáis. Me tiraba piedras, yo intentaba esquivarlas como podía, pero una de ellas me dio en el brazo. Sangré demasiado, pero seguí escalando. Cuando llegué al bordillo el minotauro cargó contra mí, pero yo fui más ágil que él y pude esquivarlo, tras lo que tracé un circulo con la espada y lo corté por la mitad. Luego le corté la cabeza y me la quedé como un trofeo.

Tras esto no pasó gran cosa, fui escalando, y no sé por qué, sin ningún peligro añadido.

Cuando llegué a la cima encontré muchas quimeras vigilando. Demasiadas para ir a por ellas, así que fui poco a poco, mientras se iban moviendo y echándome su pestilente aliento.

Pude entrar al final por el agujero que habían taladrado en la cima del Everest. Allá encontré un cuartel militar pero con tecnología que parecía sacada de las películas de ciencia ficción.

En ese lugar me sentí 007 -pero basta ya de tonterías- corrí y miré por todas las salas. En una de ellas pude ver, tras abrirla, que había todo un escuadrón de monstruos. Uno de ellos dijo:

-¡Maldita puerta! Se abre sin tocarla.

El muy idiota por suerte no se dio cuenta de mi presencia. Después de esto fui registrando las otras puertas y encontré lo que buscaba; el rayo. Estaba custodiado por cientos de víboras. Fui a la carga con la espada cortando el suelo, pero eran demasiadas, me picaban por todo el cuerpo y su veneno me empezaba a hacer efecto. No sé cómo conseguí tocar el rayo y su fuerza penetró en mí. Recuperé mis fuerzas, pero el poder del rayo era demasiado y sentía arder mi interior.

Lo guardé en mi sudadera y escalé lo más rápido que pude hasta el agujero por donde había bajado antes. Se me cayó la capa y las quimeras me vieron, sin embargo yo creí en mí y salte para que se abriese una brecha en el suelo y llegar así al inframundo. Y lo conseguí.

Está bien, quizá pasó un poco diferente. Y con un poco me refiero a que rodé montaña abajo, y cuando estaba destrozado y rodeado vino Hades para llevarme a su territorio.

Sombras del olympo (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora