Hoja 1

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No recuerdo con exactitud la primera vez que lo vi, no me culpen el tenía tres años y yo cinco. Su familia acababa de mudarse a Doncaster, eran reservados, gélidos, fríos, nada comparado con la mía, mi casa estaba siempre llena de risas, amor y un aroma a galletas de vainilla, mis hermanas y yo corríamos por doquier y mi madre sonreía de una manera descomunal al escuchar los chillidos de sus crías, mi padre por otro lado no se mantenía mucho en contacto con nosotros, sin embargo los fines de semana solíamos salir con el por helados, de vez en cuando nos quedábamos en su apartamento para ver películas y reír todos juntos, al final de cuentas su separación había sido para bien, sus ánimos habían cambiado por completo y no se veían apagados ni siquiera un poco, mi madre nos presentó a su novio Mark y este ya tenía dos hijos varones, mayores a nosotros, así que si, era el momento de mamá para vivir su vida y poder compartirla con alguien más de una manera más... feliz, en cuanto a papá, el me menciono en alguna ocasión que el único amor de su vida era mamá y que aunque la incertidumbre y los errores no les permitieran estar juntos siempre volverían a encontrarse así no fuera en vida, o en esta vida. Esa frase que mi padre repetía con constancia tuvo sentido hasta el día de hoy.

No recuerdo como fue posible que dos esmeraldas brillantes y rizos achocolatados con aroma a flores me hubiera robado el aliento así, a mi corta edad de cinco años la vida giraba en torno a besar a mis hermanas bebés, jugar con las dos mayores, comer galletas y mirara la televisión los domingos por la mañana muy temprano para no perderme mi programa favorito, pero, un día de esos tantos escuche ruidos fuera de mi casa, en la casa de en frente para ser precisos.

Una familia de tes blanca y cabellos marrones pedía al camión de mudanza desalojar todas sus pertenecias dentro de lo que parecía ser su nuevo hogar.

Observé bajar de un auto azul a dos niños, una niña alta de cabellos marrones y ojos claros algo malhumorada con los audífonos en los oídos y un ipod en la mano, esta asoto la puerta del auto, acto seguido su madre la reprochó y ella entró a la casa dando grandes sacadas y pisadas fuertes.

Mis ojos se iluminaron con una estela de luz que bajaba del auto también, era un pequeño de rizos y grande sonrisa con hoyuelos, sus ojos verdes se embellecieron aún más al ver el césped y un columpio bajo el árbol de la entrada, bajó de un brinquito y se dispuso a correr al columpio, mecia sus pies al frente y atrás repetidas veces, hasta percatarse de que su madre lo llamaba adentro, corrió con sus manos estiradas pretendiendo ser un avioncito y entró a su casa.

No quisiera sonar muy alardeante o pedante al respecto, pero... Harry se merece eso, digo, como es posible entrar a una habitación fría, obscura y con aroma a humedad y convertirla de pronto en el paraíso mismo, imagina comer un helado en un día caluroso de verano mientras bellas hadas soplan aire hacia ti con hojas de lirios que desprenden aroma, un ángel sobando tus pies con manos de nuve y el atardecer invernal con colores morados y tintes pasteles adornando el cielo, bueno...

Asi se sentía estar con Harry.

Recuerdo haber jugado con el un día en el viejo columpio del roble, los dos caímos al suelo y nuestras rodillas dolían, el comenzó a sollozar y me quedé congelado un momento en mi lugar.

Narrador omnisciente

-me duele la-la piernita Louis- el pequeño contenía sus lágrimas lo más que podía, sin embargo no fue suficiente cuando ya estaban brotando de sus orbes esmeraldas.

-esta bien Harry, no llores- el pequeño de ojos azules acarició la rodilla de su ahora pequeño amigo con delicadeza -tengo algo que te hará sentir mejor, solo espera- Louis corrió con rapidez a su casa y robo dos galletas de vainilla que su madre había preparado en la semana, salió de su casa y regresó a sentarse al aldo de Harry, quien sostenía su rostro con sus pequeñas manos y hipaba de repente.

Dibujé Tus Ojos En La Luna  // One Shot Donde viven las historias. Descúbrelo ahora