Bajo el Cielo Anaranjado

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Al día siguiente, volví a clase. Lo bueno era que era viernes, así que no sería tan pesado el día, o eso creía. Me paré más temprano de lo normal, algo dentro de mí hizo que me arreglara más de lo habitual. Estaba muy feliz sin algún motivo, ¿o sí tenía uno?

Al salir, vi a Ethan con su casco en la mano. Observé cómo su vista se colocaba en mí, recorriéndome de arriba a abajo. Con su distintiva sonrisa, que hacía que sus hoyuelos se marcaran, me dijo:

—Señorita Vero, Vivi, Verónica o como guste que la llame, el día de hoy no aceptaré un no como respuesta y tendrá que subirse a mi moto quiera o no.

Sonreí  y respondí:

—Acepto, porque hoy no quiero irme en autobús.

Subí a su moto, agarrándome de su chaqueta. Ethan giró levemente la cabeza y, con un tono divertido, dijo:

—Vero, ¿cuántas veces te tengo que decir que me abraces? Digo, para que no salgas volando de la moto.

Escuché una risita sarcástica y, sin dudarlo, lo abracé. Sentí la calidez de su cuerpo a través de su chaqueta y el sonido del motor arrancando resonó en mis oídos.

 Sentía la adrenalina y la libertad de estar con Ethan, aferrada a él mientras la ciudad despertaba a nuestro alrededor. Era un contraste tan fuerte con la tensión del día anterior.

Al llegar a la universidad, más temprano de lo habitual, Ethan me ayudó a bajar de la moto.

 Intenté quitarme el casco, pero sentí sobre mis manos una calidez: eran sus manos ayudándome a quitármelo. Mi corazón volvió a latir con fuerza; cada día latía más rápido cerca de él. Al quitarme el casco, me miró con una mirada coqueta. Rompí el hielo porque realmente me estaba poniendo nerviosa.

—Ethan Johnson, ¿me estás coqueteando? —le pregunté con una sonrisa.

Él solo respondió con sarcasmo:

—Es solo amabilidad, ok?, Verónica.—respondió con sarcasmo

—¿Lista para enfrentar el viernes?

—Sí, lista —respondí.

Mientras caminábamos por los pasillos, podía notar las miradas de los demás. Entre murmullos, escuchaba frases como: "¿Está con ese chico?", "No puede ser", y otros comentarios que apenas entendía. Estaba confundida, pero Ethan a mi lado lo hacía todo más soportable. 

Ethan, notando mi incomodidad, me tomó del hombro y me dijo:

—Vero, saliendo podemos ir a un lugar. Es una sorpresa.

Le pregunté, intrigada:

—¿Cuántos lugares tienes por enseñarme?

Ethan solo respondió con una sonrisa:

—Te enseñaría el universo entero, Verito.

Ethan, se detuvo un momento y me miró con esa sonrisa que tanto me gustaba.

—¿Nos vemos a la salida? —preguntó.

—Sí, nos vemos a la salida —respondí con una sonrisa.

Ethan se dirigió a su lugar y yo hice lo mismo. Al entrar, saludé a Amara con normalidad y me acerqué a Liam, dándole un pequeño golpe en el hombro.

—Oye, ¿por qué no me mandaste mensaje, eh? —le pregunté.

Liam me miró con una expresión que no había visto antes y, sin rodeos, respondió:

—Ahora no, Verónica. De verdad, no quiero hablar contigo.

Me sorprendí tanto como Amara, pero no insistí en saber el motivo de su comportamiento. Solo dije:

—Ya se le pasará.

El día transcurrió con mucha tranquilidad. Asistí a mis clases, tomé notas y pasé el tiempo charlando con Amara durante los recesos. Sin embargo, mi mente estaba en otra parte; cada minuto que pasaba me acercaba más a la salida, a ese momento con Ethan.

Finalmente, la última clase terminó y el timbre anunció el fin de la jornada. Rápidamente guardé mis cosas y me despedí de Amara. Caminé hacia la entrada principal de la universidad y allí estaba Ethan, apoyado en su moto y fumando, esperándome con esa sonrisa inconfundible.

—¿Lista para la sorpresa? —preguntó mientras me entregaba su casco.

—Lista —respondí con entusiasmo.

Me puse el casco y subí a la moto, abrazando a Ethan con más confianza que en la mañana. Sentí la familiar calidez de su cuerpo.

Salimos de la universidad y Ethan tomó un camino diferente al de siempre. Me llevaba hacia un destino desconocido, pero confiaba en él. La ciudad se transformaba en un paisaje borroso a nuestro alrededor.

Después de un rato, llegamos a un lugar que no reconocí de inmediato. Era un mirador, elevado sobre la ciudad, con una vista panorámica impresionante. Ethan detuvo la moto y me ayudó a bajar. Me quité el casco y miré a mi alrededor, maravillada por la belleza del lugar.

—Ethan, esto es... increíble —dije, sin poder contener mi asombro.

—Lo sé. Quería compartirlo contigo, suelo venir aquí cuando quiero dibujar tranquilamente —respondió, mirándome a los ojos.

Nos sentamos en un banco cercano y observamos cómo el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos naranjas y rosados. Era un momento perfecto, lleno de paz.

—Gracias por traerme aquí —dije, rompiendo el silencio.

—De nada, Verito. Me alegra que te guste.

Nos quedamos allí, disfrutando de la vista y de la compañía mutua. Sentía que, con Ethan a mi lado, cualquier preocupación o incomodidad desaparecía. La ciudad, el mundo, se sentía diferente, más brillante.

Cuando el sol terminó de esconderse en el horizonte, Ethan se levantó y extendió su mano hacia mí.

—¿Lista para volver? —preguntó.

—Sí, lista —respondí, tomando su mano.

Regresamos a la moto y emprendimos el camino de vuelta. El día había sido perfecto, y mientras abrazaba a Ethan en el trayecto de regreso, supe que no importaba lo que los demás dijeran o hicieran; tenía a Ethan, y eso era suficiente.

Antes de dormir, recibí un mensaje de Liam diciendo: "Mañana hablamos, Verónica".

Hasta que la muerte nos separeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora