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-No luces como alguien que toque guitarra

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-No luces como alguien que toque guitarra.

Es lo que comento cuando la señora S abre el maletero del auto.

-No lo hago- responde seca, como solo ella puede hacerlo. Es difícil acostumbrarme a su tono quedo y falto de ánimos; su expresión distante me produce cierto contraste que no puedo dejar pasar.

- ¿Y esa?

Señalo la guitarra acercándome más a ella, mis dedos inquietos sienten ansias por sacarla del polvoriento y oloroso lugar.

-Apareció aquí, con magia gay.

Mis parpadeos caen rectos y mi cabeza se inclina hacia un lado esperando que rectifique la broma, pero la señora S no lo hace, está siendo sarcástica. Tratar con personas que hablan de manera sarcástica me parece una total falta de respeto.

Ahogo mis represarías para agacharme.

-Entonces con su permiso, señor auto mágico, sacaré esta guitarra de usted.

La señora S me mira con una ceja alzada en lo que yo abrazo la polvorienta guitarra y luego la acomodo para deslizar mis dedos sobre las cuerdas. Dios, ¿Como pude olvidar este mágico sonido por tanto tiempo?

La música transmite tantas cosas y puede convertirse en tu mejor aliada, o en tu peor enemiga. Mi concepto siempre fue la primara opción, y es que, desde mi nacimiento hasta mi niñez, mis padres me criaron con música; una música que lo conecta todo. Mis recuerdos con ellos permanecen en las canciones que siempre cantaban. Las canciones que me enseñaron.

Es genial que la señora S tenga una guitarra con la que puedo cantar. Yo tengo una en la Zona de Terror que me regalaron al cumplir cinco años, es una de las pocas cosas apreciadas que me quedan de mis padres. Es una lástima que no haya podido traerla conmigo, debe estar muy solitaria en mi cuarto.

El maletero queda cerrado y asegurado.

-Señor auto mágico, ¿desde cuando no usa esta guitarra? -Le pregunto al inorgánico auto mientras acomodo la guitarra para subirme. -Está muy descuidada. -Al abrir, me encuentro a Ambrosio lamiéndose, así que, para fastidiar más a la señora S por su latente sarcasmo, continuo burlándome: -¿Tu que piensas Ambrosio? -Mi perro no tiene idea de lo que hablo, me mira con la cabeza ladeada y luego se sube al auto, yo le sigo luego. -Sí, yo también, deberían darle a esta guitarra una mejor dueña.

-Mantenla alejada de eso. -La mirada amarga de la señora S se marca detrás del asiento. Con su barbilla señalando a mi perro.

-Eso se llama Ambrosio, ¿verdad? -Me vuelvo a dirigir a Ambrosio, es con el único que pueblo hablar estando en el auto, a decir verdad. -¿Ves? -Rectifico cuando mi lindo perro ladra en afirmación- no seas grosera.

-No estoy siendo grosera.

¡claro que lo éstas siendo!

Tranquila Catra, no pierdas la calma.

Más locas qué enamoradas (Adaptación Catradora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora