Tercer pecado: codicia

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Drago no había dado ni tres pasos fuera del salón cuando escuchó un grito y ruidos de un altercado

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Drago no había dado ni tres pasos fuera del salón cuando escuchó un grito y ruidos de un altercado.

Regresó de inmediato y su mirada vagó por la sala hasta encontrar el origen: un corro de vampiros le tapaba la vista, pero el olor a sangre fresca le dio una clara idea de lo que ocurría.

Anghelika fue la primera en llegar y, con ayuda de Vladan y los guardias, apartó a los vampiros.

El suelo se había cubierto de un charco carmesí y sobre él reposaba el cadáver del príncipe de Reeliska. Anghelika se inclinó sobre él y le tomó el pulso a pesar de que todos podían oír su corazón muerto.

—Apresadlos —les ordenó a los soldados, señalando a los vampiros responsables.

—No —dijo Vladan.

En ese momento, Drago se percató de que su sobrino mantenía sujeto a Razvan. Este tenía las manos manchadas de sangre que también goteaba por su barbilla. Su hermana Ivanel se situó delante de él, actuando como barrera.

—Razvan se queda con nosotros —dijo la vampira mientras le limpiaba los labios ensangrentados con la manga de su vestido.

Anghelika frunció el ceño y los guardias permanecieron a la espera, palpando la tensión del ambiente.

—A él dejadlo —intervino Drago—. Los que no hayan participado en esta sangría, que vuelvan a sus aposentos y permanezcan allí.

Nadie se opuso y, lentamente, los vampiros se retiraron de la fiesta. A cada paso, dirigían miradas sedientas al charco de sangre.

—¿Qué hay de ellos? —preguntó un guardia.

Los que aún permanecían en el salón se volvieron hacia los nobles humanos que, apiñados en una esquina, contemplaban el cadáver con horror. De pronto eran conscientes de hallarse en una sala repleta de depredadores.

Patéticos, pensó Drago.

—Escoltadlos a sus dependencias y llevaos el cuerpo —ordenó.

Se mantuvieron en silencio mientras los soldados acataban sus órdenes. Cuando al fin estuvieron solos, Anghelika fue la primera en romper el silencio:

—¿Qué diablos ha pasado, Razvan? —siseó con sus ojos como el hielo clavados en él.

Pero el aludido no reaccionó. A pesar de haberse alimentado, estaba pálido como un muerto y se contemplaba las manos con horror. Fue Vladan quien contestó en su lugar:

—El príncipe se cortó con su copa y los vampiros más jóvenes se lanzaron contra él. Mi hermano aún no está recuperado de tantos años sin saciarse, no pudo evitar...

—Ha ocurrido lo que era de esperarse —lo interrumpió Drago.

Anghelika se volvió hacia él.

—¿Qué insinúas?

Los pecados del rey [El canto de la calavera: relato]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora