Cap. 4- Mi tarjeta.

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Me guardo en el bolsillo del pantalón el naipe confundida y salgo corriendo como alma que lleva el diablo hacia el campo descuidado del instituto para mi próxima clase. Gimnasia con Justin. Tengo que prepararme mentalmente y físicamente para esto. El deporte se encuentra claramente fuera del abanico de mis habilidades. No tengo ninguna medalla en la estantería de mi habitación que papa fabricó el verano pasado por si este año había suerte y su niña destacaba en algo. Siento una punzada de reproche cada vez que miró la estantería cubierta de polvo.

El cielo de hoy está cubierto por una capa de nubes grises deprimidas. Me encantan los días así. Todos los demás ya están haciendo los típicos estiramietos antes de empezar la clase. Miro por encima de mi hombro hacía atrás con le esperanza de no ser la única que llega tarde. Mierda. Una voz conocida se encarga de recordármelo:

-¿Esperas una invitación, Hudson?- pregunta Justin irritado.

¿Le mataría ser un poco más amable? No he conocido persona tan...tan fría como él. April dice que es guapísimo, que tengo que ir a un oculista para una revisión, que si le dolió cuando se cayó del cielo, mientras que yo pienso que mi coche lo atropellaría con mucho gusto accidentalmente, claro.

Ignoro su pregunta y me sumo pensativa entre los alumnos eufóricos.¿Quién habrá puesto esa carta ahí?

Justin se encarga de decirnos lo que tenemos que hacer durante. Una hora en la cual mis caídas, o pases de la pelota no pasan desapercibidos. Necesito una ducha urgentemente. Mi cuerpo desprende sudor por todas partes. El pitido nos avisa que la clase se dio por finalizada el día de hoy. Pero antes de que pueda salir corriendo hacía las duchas del vestuario, su voz me paraliza. -Señorita Hudson, usted se queda quince minutos más. No tolero la impuntualidad.

¡¿Qué!? Tiene que estar de broma. Si, seguro es eso. ¿A quién quiero engañar? Justin no tiene sentido del humor, al menos conmigo.

-Yo...yo, tengo que ir hacer unos recados para mama- miento. Una mentira no hace daño a nadie.

Su ceja levantada claramente no ha caído en mi mentira.

-Llamaré a su madre.

-¡No!- grito nerviosa- Esta bien. Quince minutos.

Miro alrededor dándome cuenta que todos han desaparecido. Solo estamos él y yo. Esto no me gusta. Justin recoge unas cuantas pelotas del alrededor y las devuelve a su sito en las gradas antes de caminar hacía mí. Mi cuerpo reacciona y otro escalofrío recorre mi espina dorsal. No es la primera vez que me pasa esto, normalmente el antiguo profesor nos hacía dar tres vueltas de punta a punta del campo. Quiero acabar rápido con esto. Con manos torpes me recojo el pelo en una cola de caballo. Y ahí esta otra vez esa mirada penetrante fija en mi pelo que me hace sentir muy, muy insegura.

Lσvε MυяdεяεяDonde viven las historias. Descúbrelo ahora