El fin de las naciones elementales

Capítulo 9

Naruto, Kurenai y Kosuke miraron al techo, congelados. Sus linternas se movían de derecha a izquierda sobre los enormes sacos verdes pulsantes llenos de algún tipo de líquido rezumante. Sin embargo, lo que los horrorizó más que eso fue lo que había dentro de esos sacos verdes. Vieron a cientos de hombres y mujeres asquerosamente apiñados. Sus rostros y bocas se filtraban por ranuras abiertas que parecían diseñadas para permitir el aire libre.

Cuando el Kyuubi Jinchuuriki colocó una linterna sobre una de las personas, notó que tenían ojos aún más verdes que los seis shinobi atrapados en el suelo. De repente, gimieron enojados con la linterna en la cara. Curiosamente, Naruto les quitó la luz de la cara. Luego dejaron de gemir. Se lo puso de nuevo en la cara. Ellos gimieron aún más enojados.

Al comprender la situación, Naruto sacó su linterna. "Hmmm, son sensibles a la luz", dijo Kosuke, habiendo observado lo que hacía el rubio. Kurenai también quitó la linterna de sus ojos.

"¿Qué les hizo esto?" Preguntó Kurenai, horrorizada por lo que vio. Dentro de cada saco, algún tipo de líquido se derramaba.

Debido a la transparencia de las bolsas verdes, los humanos, si es que pudieras llamarlos así, tenían los estómagos anchos e hinchados. Sus ojos temblaron. Sus músculos sufrieron espasmos. Una sustancia pegajosa verde fluorescente se deslizaba por los lados de sus bocas. Sus rostros se hincharon en un grado aún mayor que los que estaban en el suelo frente a ellos. De hecho, parecía que iban a estallar en cualquier segundo.

Pronto, la Maestra de Genjutsu encontró la respuesta a su pregunta cuando escucharon un sonido de gorgoteo. De la oscuridad del techo, salieron cinco patas negras, casi como las de una araña. Sin embargo, si se suponía que eran patas de araña, algo andaba horriblemente mal. En los extremos de esas piernas gigantes, entre veinte y treinta brazos humanos se retorcían. En la palma de cada mano, había un ojo con iris negro y pupilas rojas.

Las patas negras abrieron la boca de unos diez humanos. Como una especie de tubo de alimentación, les abrió la garganta y les introdujo una sustancia invisible en el estómago. Los sacos verdes se hincharon aún más. Los ciudadanos del Palacio del Daimyo de Fuego gimieron cuando sus estómagos se expandieron, algunos tan grandes que en realidad rompieron un poco el saco.

Una vez que las piernas terminaron de inyectar la sustancia en los cuerpos, chocaron y traquetearon un momento. Luego, se retiraron a la oscuridad aún más arriba del techo. Desafortunadamente, el equipo KNK no pudo ver lo que había allí. Temían molestar a las personas corruptas atrapadas en sus bolsas.

La habitación permaneció en silencio una vez más. "Apaga tus linternas," ordenó Naruto.

Kurenai y Kosuke lo hicieron. Luego retrocedió lentamente, empujándolos con él mientras lo hacían. Silenciaron sus auriculares y todos salieron de la habitación. Las puertas volaron para que no pudieran cerrarlas. Para ser honesto, realmente no lo intentaron. Solo querían alejarse lo más posible del Palacio del Daimyo. Llegaron al final de los escalones. Tan pronto como lo hicieron, escucharon ruido.

" ¡KREEEEEEEEEAAUEEEEEUGHK!" Algo gritó desde los pisos superiores en los que estaban. Sin embargo, no entraron en pánico. En cambio, encontraron una habitación vacía y se escondieron allí en silencio. Durante los siguientes cuatro o cinco minutos, esperaron con la respiración contenida.

Mientras esperaban, el silencio fue un infierno total. Naruto se movió silenciosamente hacia la puerta y acercó su oído. El palacio estaba tan silencioso como cuando entraron. Agarró la manija de la puerta y la abrió. Los pasillos estaban oscuros como siempre. El único sonido era el del viento fuera de las ventanas rotas.

Hizo un gesto a los demás para que lo siguieran. Todos volvieron a entrar al pasillo. Les tomó algo de tiempo, pero regresaron al área principal del palacio y salieron. El sol caliente y el viento soplado por la arena golpearon sus rostros. Kurenai sintió que sus piernas se debilitaban mientras se sentaba en los escalones. Ella puso su cabeza entre sus manos.