12 de marzo, Andrés.
El viernes había llegado. Dos días que se sintieron como el año escolar completo en cuotas de estrés habían llegado a su fin, dando paso a un día antes del fin de semana para tener tiempo libre. Tiempo libre que usaría para seguir sintiéndome como mierda, pero al menos serían dos días en los que no debía levantarme temprano a algo para lo que no tenía ganas. La mañana pasó como todas las demás y fue cuando recordé el permiso que debía venir firmado por mi apoderado para poder ir al teatro ese día con las profesoras de lenguaje. Le pedí ayuda a Graciela, quien, por alguna razón, tenía especialidad para hacer firmas de gente mayor y me salvé de no poder ir. Si bien mi ánimo para responder en clases, especialmente en matemáticas, no era el mismo, la mañana fue bastante tranquila. No importaba cuanto me esforzase para desviar mis pensamientos a el colegio, las clases o las conversaciones de mis amigos porque mi atención se enfocaba en él. En Javier.
- Oye – escuché a alguien llamándome mientras me daba suaves golpes en el hombro, me giré para encontrarme con Alonso - ¿estás bien? – continuó.
- Sí, sí, ¿por qué preguntas? – tardé un poco en contestar.
- Es que andas medio perdido hoy y medio callado igual, quería preguntarte por si acaso – respondió con honestidad.
- No, estoy medio distraído no más – y su mirada afligida fue suficiente respuesta. Y Valentina pidiéndole las respuestas de una de las guías acabó con nuestra corta platica. La hora terminó y fue tiempo de acudir a los buses e ir al teatro que quedaba en el centro de la ciudad. Ignacio se sentó conmigo sin preguntar nada y solo ofreciendo uno de sus audífonos; solo fue hasta la mitad de camino que mencionó que le quedaba poca batería a su celular y que lo mejor sería guardarla por si pasaba algo.
- Entonces, ¿todo bien? – me miró y parece que mi falta de respuesta fue suficiente – Has estado extrañamente callado hoy, pero me imagino por qué – fruncí el ceño sin siquiera pensarlo.
- ¿De que wea estai' hablando, Nacho? – un poco de rabia me llenó el cuerpo.
- Lo que pasa es que yo los vi discutir a ti y a Javier el otro día. – me extrañé muchísimo, hubiese jurado que no había visto a nadie.
- O sea, si lo viste no lo puedo negar, pero tampoco había nadie ahí, ¿dónde estabas?
- En las escaleras por donde bajó el Javier, se me había quedado el bolso del almuerzo en la sala – confesó.
- ¿No te habías ido antes? Pensé que te...
- Mi papá me llamó para decirme que él me pasaba a buscar – me interrumpió y suspiré – si te hace sentir mejor, no pude escuchar toda su conversación, pero igual caché más o menos de que hablaban.
- No quiero hablar de eso. – sentencié.
- Yo entiendo, no te preocupes – me sonrió vagamente – pero si en algún momento necesitas hablar con alguien, aquí estoy.
Era lindo contar con que alguien estaba ahí, sin embargo, todo parecía tan exageradamente dramático y complicado que no sabría cómo explicarlo. Le agradecí con una sonrisa y cada uno fue dominado por sus pensamientos. Un pensamiento cruzó mi cabeza y me di cuenta de algo.
- Oye, Nacho... - se había quedado dormido en su asiento. Debería preguntarle cuando se despierte.
...
Llegamos y vi la habilidad de Ignacio de despertarse justo en el momento correcto en acción, me quedé mirándolo y él me apuró para que descendiera del bus. La obra de "el ávaro" tomó unas horas y la única situación medianamente interesante fue cuando me percaté de que Javier estaba mirándome y, en el momento en que nuestras miradas se cruzaron, siguió mirándome y mi incomodidad hizo que bajara la vista.
- Un desgraciado – susurró Ignacio en mi oído, quien parecía haber visto lo mismo que yo – llevaba un rato mirándote y – una de nuestras profesoras le hizo señales para que guardara silencio. El teatro acabó al rato de eso y volvimos al colegio. Una llamada sonó al celular de Ignacio que venía, otra vez, a mi lado y era, extrañamente, de mi mamá. Aparentemente, mi celular había estado en silencio todo este tiempo y contaba con 7 llamadas perdidas. Después del, ahora usual, reto de mi mamá, me avisaron que tendría que irme en micro para la casa, decidí que me iría enseguida, necesitaba pensar un poco las cosas entonces caminaría hasta la calle principal, Gran Avenida, para tomar la micro. Ignacio se había ofrecido a acompañarme hasta que vimos a Javier parado en la esquina mirándome haciendo gestos para que me acercara, supusimos que era para hablar y que lo mejor era que estuviéramos los dos solos, Ignacio tomó rumbo hasta la otra calle principal contraria a Gran Avenida para irse, de igual modo su casa quedaba por allá mas quería acompañarme. Me acerqué dudando de que fuera una buena idea, aunque ya no había vuelta atrás.
- Hola – me saludó sin mirarme a los ojos - ¿Cómo estai?
- Más o menos, honestamente... Un poco confuso – dije finalmente.
- ¿Podemos ir a hablar ahí? – apuntó el parque que quedaba a una cuadra de nuestro colegio – creo que necesitaré bastante tiempo para poder explicarte todo.
Caminamos un par de minutos en silencio hasta que llegamos a unos asientos, donde dejamos nuestras mochilas y nos sentamos, uno mirando hacia un lado y el otro hacia el contrario. Supuse que habíamos tenido un mutuo acuerdo sin decirlo que no mirarnos haría todo más fácil.
- No sé por dónde empezar, así que solo lo diré – empezó – hace poco tiempo, en vacaciones, mi papá falleció – me sorprendió, aunque no quise interrumpirlo. Ni el colegio ni nuestra profesora nos había dicho algo, ¿ni ellos sabían? Ese tipo de preguntas rodearon mi cabeza y él pareció darse cuenta debido a la pausa que hizo para después continuar.
- No quise pensar mucho la wea pero después de estos días ha sido imposible – me miró y sonrió tristemente, lo vi por vista periférica ya que no me atreví a mirarlo directamente – mi intención jamás fue asustarte, burlarme de ti o cualquiera de las cosas que pude haber causado – suspiró, tomó una gran bocanada de aire y se preparó para seguir – creí que tú lo entendías, que lo entenderías al menos porque tú no tenís papá.
Quizás sea por la forma despectiva en que lo dijo, puesto que lo último que dijo me molestó mucho a pesar de que el tema en sí no me generaba conflicto.
- Después de perder a mi papá, no sentí mucha pena ni nada así pero sentí que había un vacío en mí – confesó – aunque jamás me llevé muy bien con él; bueno, esa wea no importa. Todas las veces que me hablabas y todas las veces que jugamos juntos, que me enviabas un meme, un vídeo, lo que sea, eso me hacía muy feliz – una lágrima había empezado a recorrer su rostro y se pasó la manga de la sudadera para borrarla, acto seguido movió su cabeza al contrario de donde yo estaba sentado.
- Aunque nuestras situaciones no fueran totalmente idénticas, sentí que tú me entenderías y me aferré a ese sentimiento con todas mis fuerzas porque todo lo demás en mi vida se estaba cayendo a pedazos, a penas hablo con mi mamá y todo lo que me mantiene aquí, es estar contigo y verte; por alguna razón, cada vez que hablo contigo algo se rompe en mí, me enojo mucho y te trato mal sin darme cuenta. – como si una palabra le tomara demasiado esfuerzo decir, se tomó un minuto y se sintió como el resto del día completo. Justo cuando iba a decir algo, se me adelantó.
- Te amo, Koke – y eso no era lo que me esperaba, para nada – y lo siento mucho, creo. Yo sé que no sientes lo mismo por mí y no puedo cambiar eso, aunque es lo que más quisiera; pero prefiero ser tu amigo a no ser nada tuyo. ¿Podemos seguir siendo amigos? Claro que sí, Por supuesto, Por qué no, y otras respuestas parecidas se colaron en mi mente y no pude separar si era por la culpa, la pena o un genuino sentimiento de querer seguir siendo su amigo. Lo miré con tristeza, lo abracé y acepté la oferta de seguir siendo amigos. Incluso cuando a él no le gusta el contacto físico, lo aceptó muy feliz. Nos levantamos y seguimos caminando, hablando de cosas triviales y sin sentido. Un sentimiento dentro de mí sentí crecer muy lentamente, pero no le presté atención hasta que nos despedimos con un abrazo en mi paradero. Ese sentimiento era la culpa. Pensamientos sobre como perdonarlo y seguir siendo amigos eran una pésima idea me inundaron, al final creí tener razón. Había sido una horrible idea y me arrepentía enormemente.
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un amor acromático;
Novela JuvenilEl amor siempre se torna de algún color, a veces es rojo como la pasión de sus amantes, a veces es azul por lo triste de la vida de sus amantes pero pocas veces se ve un amor que no tiene ningún color, un color que no tiene extremos porque es un amo...