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"¡Aplausos para la feliz pareja!" Exclamó el gerente del restaurante, a Patrick le habían dado ganas de comida china esa noche, así que fuimos al restaurante más popular de la zona. Un Yang-quién sabe qué, nos habían dicho que los rollitos primavera eran muy buenos, así que tomé el anillo de compromiso y salí por la puerta de nuestro departamento, imaginando la escena y preparando el discurso que daría una vez dentro.

Al final fue algo simple, pero a la gente siempre le conmueve ver a un par de gays comprometiéndose. Y a nosotros nunca nos venía mal una buena comida gratis.

"Para los tórtolos" decían.

Pat estiró su cuello como una pequeña tortuga para tomar una mordida del rollito primavera, de cortesía.

"Esta noche te salió muy seco, he de admitir." Mencionó el rubio frente a mí, sus bonitos ojos brillaban con la luz tenue colgando sobre nosotros.

"Entonces deberías ser tú el que se hinca; ya se me están acabando las ideas." Río un poco, yo lo imité. Su risa me gustaba, al igual que el resto de él, pero sus carcajadas eran especiales ya fuera por el simple hecho de que era feliz, o porque cuando reía usaba cada molécula de su cuerpo para hacerlo, de las cejas a los pies.

"Ya lo discutimos, tú dices discursos bonitos y yo lloro de felicidad. Soy un buen actor y tú un lindo hombre sentimental." Explicó, la boca llena de rollito. "Además, siendo sinceros, yo soy el lado femenino de la relación y hasta un ciego lo notaría." Estiró la mano, posicionado su dedo sobre mi nariz con un "boop" demasiado infantil.

"¿Qué fue eso?" Pregunté. Patrick sonreía con demasiada amplitud, sus cachetes amenazaban con caerse.

"Nada. Solamente te amo, Pete." Admitió entre risas, los hoyuelos que se formaban en sus mejillas cuando lo hacía me retorcían el corazón.

"No sé qué le echaron a tus rollitos pero deberías comerlo más seguido.." Me lanzó una mirada asesina marca Stump, pero por dentro seguía reteniendo carcajadas. "Sabes que te amo más, enano." Sonrió satisfecho, un aire de superioridad lo rodeaba.

Un grupo de chicas que no podían tener más de veinte se acercó, lanzando pequeños chillidos. Era habitual, Patrick estaba acostumbrado y yo, no mucho, pero al final la comida lo valía.

"Oh Dios, ¿puedo ver tu anillo?" Chilló una de ellas, tomando la pálida mano de Pat, su largo cabello amenazaba con embarrarse en el postre y eso no resultaría agradable.

"Chicos, en serio deberían invitarme a su boda." Inculcó otra, estampando una servilleta con un número telefónico anotado.

"Oh, sí, siempre fue todo un romántico." Presumió mi novio, o prometido, quién sabe.

Hacíamos todo el drama de la propuesta una vez a la semana, como mínimo, tres como máximo. Siempre en un restaurante diferente, por obvias razones.
Después de varios meses repitiéndolo, nadie se había dado cuenta. Se lo atribuyo mayormente a que la ciudad era relativamente grande, toparse con la misma persona dos veces era difícil.

En lo personal, mis restaurantes favoritos eran los Italianos, el Gelatto de cortesía es el mejor del universo. De ellos siguen los de comida Mexicana, donde normalmente nos servían algún postre de nombre exótico y tacos de regalo, los Japoneses nos dieron una bebida extraña que no nos agradó mucho a ninguno de los dos, y aquella única vez que fuimos a un restaurante vegetariano por alguna extraña razón, el pastel desabrido nos decepcionó.

Todo empezó en el Burger King, cuando invité a comer a Patrick, después de haber salido por un mes. Terminamos nuestra comida sólo para encontrarme con el hecho de que había olvidado mi cartera en casa.

Postre Gratis || Peterick OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora