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[Munay y Yuna]

[Munay y Yuna]

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Munay había pasado el fin de semana completo en la casa de su mejor amiga.

Estaba contenta, despidiéndose de ella a lo lejos, ingresando al auto de su madre.

Su padre no había aparecido en ningún momento de su vida, por lo que decidió darlo por muerto desde un principio, concentrándose en el esfuerzo cotidiano de su madre para mantenerla a ella y a su hermano menor, brindándoles todo lo que podía de ella.

Llegó a su hogar y fue directo a la habitación de su hermano menor, indicándole que pasaría la noche donde su mejor amigo, en la casa vecina y que se quedaría a pasar la tarde allí con él.

Las horas pasaron, mostrando al sol bajar por el este, coloreando aquella capa sobre las nubes de anaranjado y rosa.

Sonrió, sintiendo la nostalgia y la melancolía recorrer su sistema. Sus recuerdos comenzaron a amontonarse en su cabeza, causando que su sonrisa, poco a poco, se desvaneciera.

—Bueno, ya me voy. Sabes, si causa algún problema o algo, me avisas, ¿Sí? Te lo dejo a cargo.

—No hay problema, querida—respondió la madre de Mateo, el amigo de su hermano—. Si algo pasa, te aviso. No te preocupes. Ahora ve a prepararte algo y a descansar, que seguro extrañas tener algo de tiempo para ti—. Munay sonrió falsamente, dando por resultado una rara mueca, pero el agradecimiento en sus ojos fue sincero, suficiente para la mujer que rodeaba los cuarenta.

Terminaron de despedirse, a lo que la joven cerró la puerta de su casa con llave, trabó las ventanas del primer piso y la puerta trasera, asegurándose de no dejar espacio en blanco.

Subió escaleras arriba, sintiendo un vacío en su estómago que ni se molestó en llenar, sabiendo que pronto su dolor de cabeza y de garganta lo superarían, olvidándose por completo de la falta de alimento.

Abrió la puerta de su habitación, sintiéndose completamente extraña en aquel lugar.

¿De quién era esa cama? De Munay.

¿De quién eran esas muñecas? De Munay.

¿De quién era el lila su color favorito? De Munay.

Pero ella ya no sentía que era Munay.

Una faceta simple, un personaje, un lado de una moneda...

Si hay una cruz, tiene que haber una cara...

A sus 14 años, comprendió sus mentiras. Aquellas que sabía decir con tanta facilidad debido a que ella misma las creía. Comprendió absolutamente todo de Munay.

Munay era una muchacha de cabello negro, ojos marrones y piel pecosa. Simple, que no gustaba usar tanto maquillaje más allá de un rímel y brillo labial.

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