Prólogo

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•Sin leyes•

–¡Daichi!-El grito incesante y claro retumbaba en el gimnasio del Karasuno haciendo que cada integrante posara su mirada en la pequeña figura a los pies de la entrada.

–¿Moon? ¿Qué haces aquí?-Daichi sabía perfectamente porque ella estaba allí, pero hacía meses que no la veía aparecer por el gimnasio de su propia escuela y aquello le había pillado por sorpresa.

–He venido a verte, mamá acaba de dejarme en la entrada.-La sonrisa perfectamente irregular se extendía por el rostro de la pequeña. Era como la perfecta calma antes de que la nubes rompieran con toda su fuerza.

Casi al otro extremo del gimnasio, un pequeño pero enérgico Nishinoya, preparaba mentalmente los pasos y la velocidad que necesitaba para encaminarse a desatar el caos que reprimía la pequeña niña parada justo delante de su capitán. Como si de un efecto magnético se tratara, tanto la pequeña Moon como el libero del equipo cruzaron sus miradas y sin penarlo ni un sólo instante más, emprendieron carrera chocando uno con el otro en el centro de la cancha. Rodaban abrazados por el gimnasio, liberando a todos sus compañeros de segundo y tercer año la sorpresa de tener a la niña una vez más allí con ellos.

–Entiendo que os hayáis echado de menos, pero esto es excesivo hasta para vosotros dos.-Las grandes manos del as del equipo levantaron a la pequeña justo a tiempo de que el resto de mayores rodearan la escena.

–Os he echado de menos a todos, Azumane.-Y ahí estaba otra vez esa sonrisa que llamaba al caos. Tan inocente y pura a ojos ajenos, pero tan peligrosa y escalofriante a quien conociese un ápice de su historia. Volvía a todo aquel que se acercara completamente loco. Para bien o para mal, esa aparentemente dulce niña conquistaba el corazón de aquel que posará sus ojos en ella.

El equipo entero, salvo los nuevos de primero, se acercaron rápidamente a saludar a la pequeña Moon, que aun con trece años, para ellos era una pequeña niña a la que cuidar y proteger.

No muy cerca de donde los mayores rodeaban a una persona desconocida para ellos, Kageyama y Hinata miraban la escena mientras terminaban de recoger las pelotas que quedaban esparcidas por el amplio suelo. Ninguno de los dos dijo nada al respecto, solamente recogieron en silencio a la vez que se unían a sus otros dos compañeros de primero.

–¿Alguno tiene idea de que es lo que está pasando?-El nerviosismo de Yamaguchi corto el silencio que se había instalado en el cuarteto de primer año, recibiendo por su parte caras de total desconcierto.

Ninguno de ellos se imaginaba que aquello que estaban presenciando como algo totalmente nuevo se repetiría cada viernes durante los próximos meses. Por ninguno de los cuatro chicos paso la idea de que aquello se volvería una rutina. Una rutina increíblemente caótica.

–¡Hey! Los de primero, venid aquí.-Suga deseaba con todas sus fuerzas ver como el revoltijo de malas ideas que era Moon rompía a los chicos de primero como había hecho anteriormente con el resto de sus compañeros. Ansiaba ver cómo sería esta vez.

Cuatro pares de piernas se acercaron a paso decidido, cada uno de ellos pensando el por qué todos sus compañeros se veían tan emocionados de tener a alguien allí en medio sonriendo y hablando como si aquello fuera un monólogo cómico. Yamaguchi no hacia más que pensar en lo que estaba sucediendo, no entendía como aquella pequeña niña frente a sus ojos podía haber logrado poner de tan buen humor a todo un equipo entero. Hinata empezaba a ponerse realmente nervioso de estar acercándose a una chica que, a su parecer, era espectacularmente preciosa. Kageyama no sabía si seguir caminando en dirección a sus compañeros de equipo, puesto que su lado más analítico se había dado cuenta de la sonrisa sádica que emergía de alguno de ellos. Por otro lado, un lado callado y cansado de cualquier situación que se avecinase, Tsukishima arrastraba sus pies con pesadez, pensando en los pocos metros que lo separaban de la puerta del gimnasio, sintiendo en su interior como algo le decía que tenía que huir de allí antes de que algo sucediera.

La ley de KobuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora