2. Cuba

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La diferencia entre el clima de Baltimore y La Habana se notaba en la piel

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La diferencia entre el clima de Baltimore y La Habana se notaba en la piel. El calor de la isla se te pegaba en el cuerpo como una segunda epidermis, por suerte, Hannibal había conseguido una casa cerca del mar. El distinguido psiquiatra aún tenía un par de ases bajo la manga, y esa exquisita propiedad en una de la villas más exclusivas de la isla no era la excepción. Hace cuatro años, uno de sus pacientes que pertenecía a una familia de abolengo tuvo la mala fortuna de ser descortés, Hannibal vio esos horribles modales como una mancha en un óleo perfecto, porque de nada le servía su distinguido linaje o su relevante belleza, si su educación y vocabulario no estaban a la altura, y entonces, luego de una intensa sesión de narcóticos, el abogado Blackword terminó cediendo la propiedad a Hannibal, pero esta vez, bajo el nombre de Alexander Vega.

La casa de estilo italiano contaba con ese toque rústico que pertenecía a la región de la Toscana, con colores cálidos, y grandes techos con postes de madera combinando la vieja arquitectura del siglo XIX pero decorada con la más fina selección de muebles de la época. En cuanto Will puso un pie dentro de la estancia se sintió muy lejos de casa, toda esa elegancia lo hacía sentir ajeno, como si su presencia arruinara por completo el diseño de la decoración.

Graham siempre había llevado una vida modesta, incluso cuando Will entró al FBI decidió permanecer en esa casita cerca del río que era todo lo que necesitaba, sin embargo, sabía de muy buena fuente que la vida de Hannibal siempre había estado rodeada de lujos, y que el doctor jamás regresaría a esa oscura época de carencias donde nació el destripador. Es por eso que Hannibal prefería vivir una buena vida, rodeada de arte y de buen vino.

-¿Te gusta? - preguntó Lecter al percatarse de su escrutinio.

-Es muy bonita. - reconoció Will.

-Y estoy seguro que el exterior te gustará aún más.

-Tener cerca el sonido del mar es muy relajante.

-¿Pero?

Will no pudo evitar sonreír porque Hannibal lo conocía bastante bien.

-Me hacen falta los árboles. - Will dejó escapar un breve suspiro mientras recordaba su lugar favorito. Hannibal lo miró con gesto amable mientras contenía la sonrisa.

-Si no te conociera, diría que eres un romántico. - Will sonrió una vez más pero esta vez con las mejillas coloradas, porque en efecto, Hannibal sabía que lo era.

-Pero si me conoces. - se limitó a responder.

El doctor continuó con el recorrido hasta llegar a sus respectivas habitaciones, el vuelo había sido largo e incómodo, la moral de Will aún no estaba completamente lista para aceptar su destino, Hannibal lo descubrió por su mirada nerviosa durante todo el viaje, pero en cuanto llegaron a Cuba y los extraños se volvieron aún más desconocidos, su respiración volvió a reaccionar de manera normal, lo que convertía a este país en su futura crisálida, donde finalmente, Will terminaría por aceptar esa oscuridad que siempre había estado en el.

-Esta es tu habitación. - le dijo a la vez que abría la puerta. Will entró con cierto recelo mientras la examinaba, la habitación aunque amplia era sencilla, con un bonito escritorio y un pequeño balcón con vista hacia el mar. Cuando dejó las maletas, Will caminó hacia él por instinto, seducido por la olas y el ruido de la playa.

Hannibal lo admiro por un momento como siempre lo hacía cuando este no se daba cuenta, memorizando cada parte de su figura para dibujarla más tarde.

-Por ahí está el baño y un amplio vestidor. - dijo con cautela, Will frunció el entrecejo mientras caminaba en dirección hacia él. - Me tomé la libertad de elegirte algunas prendas.

-¿Algunas? - Will le echó una rápida mirada al armario completamente lleno. - Hannibal, esto es todo un guardarropa - se escandalizó.

-No puedes culparme por procurarnos una buena estadía, además, he notado que el azul te va muy bien. - por segunda ocasión Will volvió a quedarse sin palabras. - Voy a dejarte unos momentos para que te instales. Si me necesitas, mi habitación se encuentra al final del pasillo.

-Gracias. - dijo Will. - Y también por la ropa.

-El placer es mío. - se despidió Hannibal, no sin antes mirarlo como si fuera la cena.

Cuando el doctor Lecter abandonó la habitación, Will se dejó caer sobre la cama meditando toda la locura que estaba viviendo. Se llevó ambas manos a la cara y se quedo asi por un momento, una parte de él se encontraba feliz por estar con Hannibal, pero la otra todavía seguía renuente de su decisión, la culpa por traicionar a Jack aún continuaba carcomiendole la conciencia, pero Will estaba seguro que abandonar a Hannibal por segunda ocasión, era algo que no hubiera resistido. Lo deseaba con todas sus fuerzas, incluso a costa de lastimar y traicionar a sus amigos. Así de peligroso era su amor, porque ahora, ninguno de los dos podía sobrevivir sin el otro, Hannibal era la única persona que podía comprenderlo. Toda su vida, Will había vivido en esa eterna soledad, en un mundo donde nadie más que él sabía jugar ajedrez, y de repente, Hannibal Lecter apareció con un tablero, entendiendo su propia oscuridad como si se mirara a través de un espejo.

De un saltó Will se incorporó de la cama dirigiéndose hacia el baño, donde se quitó los zapatos y el resto de su ropa, encontró su reflejo en el colosal espejo del vestidor y notó que los cardenales de su piel todavía se encontraban visibles, las marcas en su cuerpo a lo largo de estos años lo estaban cambiando, como la víbora que va mudando de piel, o la pequeña larva en la tercera etapa de su transformación.

Cuando el agua de la regadera comenzó a caer por su cuerpo, las imágenes en la cima de la montaña asaltaron de nuevo su mente, el rojo atardecer, el recuerdo de la sangre a la luz de la luna, la cercanía de los labios de Hannibal y el latido de su corazón, todas esas sensaciones fueron arrebatadas por la muerte cuando el agua inundó sus pulmones, donde lo único real era la fuerza con la que ambos se aferraban al otro, mientras el mar lentamente los consumía.

Will cerró con fuerza los ojos intentando recordar algo más, pero lo único que consiguió fue tener un sobresalto. Sin otra cosa más que hacer salió de la regadera de vuelta al vestidor. La ropa que Hannibal le había elegido era cómoda para la playa pero sin perder esa etiqueta que gritaba millonario, encontró también varios sombreros para el sol y unas cuantas gafas, pero Will decidió que por el momento el solo hecho de vestir aquel guardarropa ya era demasiado.

Cansado de su corta soledad salió de la habitación en busca de Hannibal, pero en cuanto se percató del olor a comida que poco a poco iba llenando el ambiente, supo de inmediato que estaría en la cocina. Antes de bajar, Will notó una tercera habitación con la perilla adornada con una corona de flores secas, una vez más, esa horrible sensación de escalofrío volvió a recorrerle la espalda, como advertencia de que algo malo se encontraba del otro lado de la puerta, con mucho cuidado, se acercó hasta el umbral con el fuerte presentimiento de saber que es lo que se encontraría, pero la habitacion de lo que parecía ser una adolescente lo recibió en su lugar. Los ojos de Will inmediatamente se llenaron de lágrimas, porque enseguida comprendió a quién pertenecía.

Las flores se habían marchitado desde aquel día en el que no volvieron a casa, y ahora, no eran más que un triste recordatorio, de la muerte de Abigail. 

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