4. Refugio

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Acostumbrarse a su nueva vida no había sido difícil, la compañía de Hannibal siempre le había resultado placentera, incluso en aquellos momentos cuando ambos se encontraban en silencio realizando por separado sus actividades cotidianas, sus mentes...

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Acostumbrarse a su nueva vida no había sido difícil, la compañía de Hannibal siempre le había resultado placentera, incluso en aquellos momentos cuando ambos se encontraban en silencio realizando por separado sus actividades cotidianas, sus mentes de alguna u otra manera  permanecian conectadas.

Hannibal tocaba el clavicordio mientras Will se dedicaba a leer un libro, sin embargo, su mirada se perdió una vez más en dirección hacia la playa, Hannibal sabía perfectamente que hacía falta algo para que Will se sintiera de nuevo como en casa.

-Tengo una sorpresa para ti. - le aviso sin dejar de tocar el instrumento. Will regresó la mirada hacia la casa en busca de su rostro.

-No necesito más ropa.- sentenció.

Hannibal contuvo la sonrisa y luego ladeó la cabeza.

-Creo que es tiempo de salir y dar un paseo. No quiero que recuerdes tu estadía en este paraíso como si fuera una prisión.

-¿Lo crees conveniente? - le pregunto algo preocupado. Hannibal asintió.

-Confío en ti, Will. Ademas, me gustaría mucho dibujar las calles y la arquitectura de Cuba.

-¿Tendré que socializar? - pregunto sarcásticamente.

-Solo si lo deseas. - dijo con una sonrisa. - Pero para eso me tienes a mi. Caminando a tu lado como siempre lo he hecho.

Will lo meditó por un momento, el aire fresco sin duda le vendría bien.

-De acuerdo. - dijo después de asentir.

En perfecta sincronización ambos se pusieron de pie y caminaron hacia la puerta, no sin antes colocarse cada uno su respectivo abrigo. 

En cuanto salieron de la tranquilidad de la villa y se adentraron en el corazón de la isla, Will comenzó a sonreír inconscientemente conforme iba avanzando al ver las calles llenas de vida y color, las personas bailaban al ritmo de la música y sonreían como si vivieran en otro mundo, ajenos a todo lo que él y Hannibal habían vívido estás últimas semanas, cómo si todo aquí fuera una constante fiesta, y apesar de que Will no era fanático de las multitudes está vez no le molestó, al contrario, Will se sentía como un niño pequeño mientras recorría los pasillos del mercado, embobado con cada una de las artesanías pero sobre todo con las cañas de pescar, Hannibal se mantenía a su lado sin decir ni una palabra mientras contemplaba las reacciones de su acompañante. Estaba fascinado con cada una de las emociones de Will porque era algo a lo que él no tenía acceso, y le resultaba clinicamente fascinante el hecho de que siendo Will la persona que era, aún con toda esa oscuridad dentro de su alma, pudiera tener esos instantes de luz y reaccionar como alguien normal lo haría. 

Había pocas cosas por las que Hannibal sentía admiración. Una era el arte, como la música y la pintura, y la otra, el hombre que tenía delante.

-¿Te gustaría llevar algunas? - le pregunto refiriéndose a las cañas

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