Portland, Estados Unidos
Cuando Viktoria se detuvo en la casa de Rose, se dio cuenta de que no, después de todo, no la habían timado. Viktoria había estado preparada para eso, y en ese punto estaba más que dispuesta a tomar una casa menor si eso significaba que se escapaba de la ciudad por un tiempo, pero ahora que estaba frente a la casa de Rose, su mandíbula realmente cayó.
-Oh, Dios mío- dijo en voz baja mientras rodaba la maleta hasta las puertas. -Ay Dios mío-
El código de acceso que Rose le dio funcionó y encontró la llave justo donde se suponía que debía estar. Esto realmente estaba sucediendo.
Cuando abrió las puertas, ella se encontró en una entrada que probablemente era del tamaño de toda su cabaña, y brillaba desde el suelo hasta el techo.
-Santa... mierda- susurró, completamente asombrada. -¡¿Tengo toda esta casa para mí?!-
La casa de Rose tenía un gimnasio, una biblioteca, un cine personal, una oficina, una especie de estudio de sonido y un dormitorio enorme con una enorme cama tamaño King en el medio. La chica no pudo evitarlo, tuvo que saltar sobre ella. La cama estaba hecha para saltar.
Para cuando llegó el mediodía, Viktoria se había bañado en la hermosa piscina al aire libre y se había cocinado algo en la francamente hermosa cocina de la casa. Esperaba que Rose no estuviera decepcionada con su parte del trato.
Alrededor de la una, terminó en el cine en casa y estaba tratando de trabajar con el sonido envolvente cuando se escuchó una llamada en un monitor en la pared.
-Woah, ¿qué diablos?- se preguntó a sí misma, viendo cómo se iluminaba la pantalla. Hizo clic en un botón y de repente vio un convertible rojo clásico en la pantalla procedente de lo que debían ser las cámaras de seguridad.
-¿Hola?- una voz de hombre crepitaba a través del altavoz, y presionó otro botón y el ángulo de la cámara cambió, mostrando a un hombre de pelo negro y ojos azul pálido en el asiento del conductor.
-¿Hola?- preguntó el hombre de nuevo, y la mente de Viktoria de repente reaccionó y presionó el botón del micrófono
-¡Hola!- Su voz salió fuerte y repentina por el altavoz, haciendo que él se estremeciera y se recostara en su asiento
-Hey Rosie, ¿eres tú?-
-Ah. No. Soy Viktoria-
Vio que el hombre fruncía el ceño. -Uh. Está bien. ¿Están Rose o Jesse allí?-
-¿Jesse?- ¿Quién era ese?
El hombre parecía estar perdiendo la paciencia, -Mira, estoy aquí para conseguir algunas cosas, ¿puedes dejarme entrar?-
Y en contra de su mejor juicio, Viktoria buscó a tientas hasta que encontró el botón que abría las puertas, corriendo hacia abajo para encontrarse con el auto mientras avanzaba hacia la casa.
Hacía calor afuera, pero ventoso, como la chica se dio cuenta rápidamente al salir, cruzando los brazos alrededor de ella. Su delgada camisa abotonada le había servido para antes, pero el viento era un poco fuerte.
Viktoria se dio cuenta de que él era aún más guapo de cerca mientras se acercaba. Y tenía esa mirada irónica que hacía que ella quisiera impresionarlo, incluso si todo este encuentro fue un poco incómodo.
-¡Hola!- dijo, casi tropezando consigo misma para llegar al hombre, quien le devolvió la sonrisa y vaya sonrisa. -Hola-
-Lo siento mucho, soy nueva en todo el asunto de la puerta- divagó
ESTÁS LEYENDO
Llegando a mi destino
RomansaRose Hathaway, una chica americana que posee una agencia de publicidad especializada en tráilers de películas, acaba de romper con su novio. Por su parte, Viktoria Belikov, redactora de una columna de bodas, vive en una encantadora casa de campo en...