Epílogo

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—Tú puedes... —murmuré dándome ánimos.

Asentí una vez más y tomé el pomo de la cabaña donde Baek y yo vivíamos, era pequeña, pero perfecta para nosotros dos. Tras abrir la puerta y cruzar por esta, entrecerré mis ojos en un intento por acostumbrarme al fuerte sol. Una vez acostumbrada, finalmente cerré la puerta y observé el lugar. El color verde era notorio, habían hecho un increíble trabajo plantando y cuidando las flores. A lo lejos pude ver como Jin y Nam caminaban a paso lento hacia su cabaña, la cual quedaba a unas de la mía. Desde mi lugar saludé con mi mano en alto, ellos al instante imitaron mi accionar y Jin dio saltitos mientras continuaba su andar, animado de verme y dándome ánimos, como si fuera un porrista. Reí y levanté mis pulgares para luego comenzar a caminar en dirección contraria a ellos.

—¡Hey, Anne!

Sonreí al reconocer esa voz. Me giré sobre mis talones, encontrándome con mi persona favorita en todo el mundo, Baek. Este corría hasta mi encuentro.

—Hola tú, ¿Qué ocurre? —pregunté acariciando su cabello.

—Te ves muy linda hoy. —fue lo primero que dijo, con tono exhausto.

Yo sonreí agradecida. Me había costado bastante elegir que usar, ya que no tenía mucha ropa para escoger. Por lo mismo, el único vestido que tenía me pareció la mejor opción.

A penas llegamos al lugar seguro, se nos hizo entrega de prendas que los militares habían encontrado en sus excursiones. También cada cierto tiempo, dependiendo de la estación del año se nos entrega un poco más, a todos en las mismas cantidades.

—Gracias. —respondí acomodando mi cabello por sobre mi hombro.

—¿Irás a verlo? —cuestionó observándome atento mientras terminaba de recuperar el aliento.

Suspiré y asentí levemente; Baek suspiró en alivio y tomó mi brazo para luego tirar de este.

—Yo hoy fui a verlo. —comentó haciéndome caminar a su lado.

—¿Y qué tal?

—Estoy seguro de que estará mejor luego de verte. —respondió dándome una dulce sonrisa por lo que yo asentí.

Mi vista se enfocó en el camino. Nos encontrábamos rodeados por grandes murallas, encerrados y protegidos ¿Quién diría que nuestra salvación se encontraría en Japón? Ellos tenían varios puntos como este y se encontraban todos igual de capacitados para la vida humana. Japón estaba preparado desde antes para alguna desgracia apocalíptica.

Suspiré, enfocando los rostros ya conocidos de las personas que vivían cerca de nosotros y volvían de sus lugares de trabajo. Aquí todos teníamos alguna función y vivíamos a base de lo que la naturaleza nos otorgaba. Llevábamos cerca de tres años sobreviviendo así y nos resultaba de maravilla. De a poco volvíamos a vivir como antes, teniendo todo lo necesario dentro de las grandes y envolventes paredes.

Devolví el saludo a todos los que me saludaban y continué mi paso silencioso junto con Baek a mi lado. Lo miré un momento, había crecido bastante. Sí antes se parecía a Hoseok, ahora podía jurar que era su viva imagen. Volví mi vista al frente, viendo como a una distancia corta se encontraba Suni jugando con otros niños. Baek a mi lado apretó levemente su agarre en mi brazo y yo reí por lo bajo al notar su reacción. Al instante detuve mi andar haciendo que el pequeño lo hiciera a mi par, mirándome extrañado.

—¿Por qué te detienes? —preguntó con su ceño ligeramente fruncido.

—Ve con tus amigos. —respondí soltándome de su agarre para así revolver su cabello. —Yo estaré bien, te contaré luego como me fue. —sonreí.

30 minutes ; Jeon JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora