Ella tiene rostro de paisaje, que no muestra huella alguna de sus años, pero sí de su experiencia. Con sonrisa de perlas, y su risa de lluvia.

La mujer de arcilla, una diosa que se volvió mortal.

Con su cabello largo, que cae espeso hasta sus caderas, en hermosas olas del más oscuro ébano.

Con sus ojos de café, que más allá de su color quitan el sueño.

Que aun pese a sus años conserva su belleza, y esa viveza de la juventud.

La mujer de arcilla lleva sus manos erosionadas por los años y vivencias, sus manos de vida, esas que cuando tocan la tierra la vuelven fértil.

Ella a la que los animales siguen, y por la que las plantas viven.

Con su voz de ave, que calma miedos y tristezas.

La mujer de arcilla, pequeña pero imponente, frágil pero fuerte.

De arcilla, pero como diamante.

Dentro suyo guarda miles de tormentas, que solo ella conoce.

La mujer de arcilla dejo su trono en los cielos para ser mortal, su memoria como diosa es solo un pasado para muchos.

Yo, que llevo en mis venas del agua que por sus ríos corre, aun la venero. Pese a que lo ignore, ella para mí siempre será la mujer de arcilla, la diosa que se volvió mortal.

Escritos de un cuervoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora