—Princesa... —Mark jugueteaba con los dedos de una mano de Keyla mientras yacían en la cama, cómodos con el hecho de estar desnudos y apenas tapados por las sábanas—. Muchas de tus cosas ya están en mi apartamento.
—¿Sí? No me había percatado.
—Pensaba que quizás podrías traer el resto.
Un silencio tirante se instaló entre ellos. Mark notó, al segundo de que las palabras abandonaran sus labios, que no habían sido bien recibidas. Keyla se había tensado en el acto y se sentó en el lecho con los ojos violáceos fijos en él, a la vez que se cubría su torso con las sábanas.
—No comprendo.
—Quisiera que vivieras conmigo. —Key retiró sus dedos de la mano de él y se deslizó hasta quedar sentada al borde del colchón—. No es que fuera muy diferente del presente, ya duermes aquí seis días de siete de la semana.
Key se alzó y se alejó unos pasos, sin importarle que estuviera desnuda. Bajo la intensa mirada de Mark, comenzó a recoger sus ropas desperdigadas por el suelo.
—Sam y Alex viven juntos hace meses y fue tu idea el que se mudaran a una casa —argumentó él, sin embargo, ella no emitía ni un sonido, simplemente continuaba con su tarea de recolectar cada prenda. Mark la observó hasta que no aguantó más— ¡Maldición, dime algo!
—Yo... Creo que necesitamos espacio.
Él tragó en seco. No podía creerlo. No se habían separado ni medio segundo desde que habían comenzado a estar juntos y, ¿ahora necesitaban espacio?
—¿Espacio? ¿Qué mierda quiere decir eso?
—Estamos juntos cada día y casi todas las noches.
—¿Hay algo de malo en ello? Además, trabajas con Alex, aunque estemos en la misma agencia, apenas nos cruzamos.
Mark se crispaba. Se había abierto a ella, quedado en carne viva al ofrecerle que se mudara con él. Más aún, después de que se quemara con su exesposa, deseaba correr un riesgo con Keyla y ella le venía con el cuento del espacio. Él quería que dieran legitimidad a un hecho que ya se daba en la práctica, puesto que ella casi vivía en su apartamento. ¡Hasta tenían una perra juntos!
—Vamos demasiado rápido —replicó ella, ya se había puesto la ropa interior y el pantalón de botamangas anchas color borravino.
Mark aventó las sábanas a un costado y se elevó de la cama. Levantó con rabia su calzoncillo que se hallaba en el suelo y se lo puso con movimientos rápidos. Se sentía incómodo al mantener aquella conversación tan expuesto mientras ella aparecía cada vez más cubierta. Aferró la camisa celeste entre sus dedos hasta que los nudillos estuvieron blancos y la sensación de pérdida le cortó la respiración.
Presintió lo que venía. Quiso acallar los gritos infundados de su cabeza, pero le fue imposible. Ella lo estaba por dejar. No podría afrontarlo. Keyla lo era todo para él, nunca creyó que guardaría sentimientos tan profundos por una persona, además de Alex, Sarah y Gennie. Sintió como el agujero negro que mantenía escondido en su ser se abría nuevamente y se lo tragaba al completo.
—Vete —susurró al borde del enfurecimiento y con las manos temblando ligeramente.
—¿Qué? —Ella lo observó desconcertada y hasta dolida, si fuera posible.
—¡Que te vayas! —gritó.
Ella, paralizada, con aquellos ojos que lo enloquecían clavados en él.
—Mark, por favor, espera.
—¿Que espere? ¿Qué? ¿Hasta que te aburras y desaparezcas? —escupió mientras bilis le subía por la garganta y luchaba por mantener el pánico a raya. Respiraba con dificultad, pero mientras se concentrara en que el aire salía y entraba, estaría bien.
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Despertar a tu lado
RomanceNicholas Bale es el típico hombre carismático, tierno, amigo y del que cualquier mujer podría enamorarse. Sin embargo, desde muy joven supo que su orientación sexual no estaba dirigida hacia el sexo femenino. Un par de golpes de sus compañeros y una...