[Camisa]
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Los fines de semana eran los mejores, si estabas con Sebastian.
Poder ver una película juntos en el sofá, reírse de escenas graciosas o...ignorarla y besuquearse.
Justo como lo hacían en ese momento.
— Amor... — jadeaste entre sus besos.
— ¿Qué sucede? — se separó brevemente de tus labios para mirarte — ¿No te gusta?
— No es eso, ¿cómo no me va a gustar? — lo miraste indignada — Solo necesito ponerme ropa más cómoda, vuelvo enseguida.
Te levantas del sofá y corres rapidito a la habitación que compartían. Procedes a buscar en el armario algo simple, cuando sin querer dejas caer una camisa. Compruebas que no es tuya, es de Sebastian.
Tiene su perfume.
Sonríes, no lo piensas dos veces y te la colocas rápidamente. La verdad es que te quedaba bastante grande, y como hacía calor te quedaste con la camisa...solamente con la camisa.
Si me quedo así...mejor le rezo a diosito.
Vuelves al salón dónde encuentras ropa tirada alrededor del sofá. Miras a Sebastian y te encuentras con una escena digna de exponer en un museo.
Tus ojos se dirigen hacía la única prenda que cubre su cuerpo, los boxers. Abres y cierras la boca, sin saber muy bien que decir.
— ¿Te encuentras bien? — dice tu novio, admirando el efecto que causa en ti.
— No...digo sí — sacudes un poco la cabeza, alejando todo pensamiento impuro.
Cuando te acercas al sofá, recién capta lo que llevas puesto. Observas como sus pupilas se dilatan y comienza a respirar y exhalar profundamente.
— Antojar es lo único que sabes hacer — te dijo en un tono dramático, claramente sobreactuando — Estás usando mi camisa.
— ¿De qué hablas? — lo miraste con ojos inocentes.
Te señaló con dedo acusador, acción que hizo que estallaras de la risa.
— La pregunta es, ¿que haces tú en boxers? — mencionas con una sonrisa coqueta.
— Oh, ya sabes, me dio calor. Creo que tu también tienes calor. — mientras hablaba sus ojos recorrían tu figura — ¿Llevas algo debajo?
Trató de levantar apenas la prenda que vestías, pero le golpeaste suavemente la mano, evitando que siguiera. En silencio te sientas en sus piernas desnudas.
— Ana... — suspira, colocando sus manos en tu cintura — Esto es provocación, que te vistas así y vengas y pongas tus pechos en mi cara.
Y no mentía, como toda una traviesa, abrazaste a Sebastian, de manera en que su rostro se hundió en tu pecho.
— Lo siento — ríes y lo miras — Fue inevitable no ponerme tu ropa, tiene tu perfume y...es tuya, por eso.
Sebastian sonríe con dulzura, tu explicación acompañada de un puchero lo volvió loco.
— Por favor, usalas más seguido. — susurró, acercándose a tus labios, para juntarlos con los suyos.
— Como usted quiera, Daddy — esa fue la gota que derramó el vaso.
En menos de tres segundos ya te encontrabas debajo suyo, gritaste por su repentino movimiento, haciendo que ambos rían divertidos.
— De esta no te salvas. — susurró en tu oído, para proseguir con su trabajo.
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