O9 | SITUACIÓN

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[Oficina]

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[Oficina]

───── · ─────

Era un viernes, once de la noche, todos en el edificio ya se habían ido, solo quedabas tú. Ordenabas unos archivos que tenías que entregarle a tu jefe mañana a primera hora, así que decidiste desvelarte un poco.

Estabas tan concentrada con los papeles y la computadora, que no sentiste cuando la puerta de tu pequeña oficina se abrió lentamente.

Tardaste bastante en darte cuenta que tu jefe, el señor Stan, estaba parado detrás tuyo, con el ceño fruncido y una mueca en su boca. Te giraste y lo miraste, sorprendida.

—Señor Stan, ¿qué hace aquí?— preguntaste a la vez que volvías a tu trabajo.

El contrario suspiró, negando con su cabeza.

—Otra vez estás desvelandote. Sabes que no me gusta que mis empleados se queden hasta tarde. Todos me obedecen, excepto tú.—declaró, con rostro serio.

Te disculpaste y le prometiste que no iba a volver a pasar, pero el no te creyó.

—Necesito terminar esto, usted lo pidió para primera hora mañana.

—No Ana, sabes que yo te doy una hora exacta pero puedes entregarmelo lo que resta de la mañana.

El Señor Stan era así, cero estricto y para nada mandón. No trataba de usted a sus empleados y los que tenían hijos dejaba que se fueran temprano. Un amor de persona.

No le gustaba que lo trataran de usted, pero tu no podías, sentías que era una falta de respeto hacia el.

—Lo siento Señor Stan, aclaro de nuevo, no se volvera a repe-

Antes de que termines la oración, Stan apartó tus manos del teclado y te levantó del asiento, juntando sus cuerpos.

Acercó sus labios a tu oído y susurró.

—Dije...que pares.

Tu cuerpo sintió una pequeña descarga eléctrica, no podías negar que tu jefe tenía la voz más linda en el mundo.

—E-Esta bien...—no pudiste evitar tartamudear, dejando en claro lo nerviosa que te encontrabas.

Stan puso su mirada en tus ojos, pero no encontró tu mirada.

Estabas agarrando con timidez su camisa blanca, mirando hacia abajo, mientras el tenía sus manos a los costados de tu torso.

—Ana...mirame.

Cuando sus ojos se encontraron, te sonrojaste.

—L-Lo sient-

Junto sus labios en un tierno beso, solo duro segundos, pero fueron suficientes para dejarte algo atontada.

—Deja de disculparte, no lo hagas, Ana...

Asentiste, todavía algo aturdida por el beso.

—¿Por qué...me besaste?

Stan te miró divertido, y paso sus manos a tu cintura.

—Mmm veamos...estoy soltero, eres hermosa, me gustas y porque quise.

Lo miras con la boca abierta, le gustabas.

—¿Te puse incómoda?

—¡N-No! Es solo que...no creí que...

—¿Me gustaras? Pues déjame decirte que sí, de hecho pensaba en invitarte a salir.

Oh bueno, ¿esto era un sueño?

Sus labios se volvieron a unir a los tuyos, esta vez le correspondiste con más entusiasmo, disfrutando del beso.

—¿Entonces, aceptas? ¿O quedé en ridículo?—preguntó asustado.

Reíste por lo gracioso que se vio.

—Sí, acepto.

Y ambos se volvieron a fundir en otro maravilloso beso.


•••

No sé, ¿se me da bien escribir estas cosas así de la nada? Díganme ;-;

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No sé, ¿se me da bien escribir estas cosas así de la nada? Díganme ;-;

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Sebastian Stan | Datos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora