Prólogo

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Érase una vez, hace cientos de años, una tranquila aldea escondida entre inexploradas tierras.

La gente de la aldea no era como el resto del mundo, consideraban la magia un juego para recién nacidos, la alquimia como un puzzle de 2 piezas y el arte de crear pociones no era más que una receta de cocina de un domingo por la mañana.

No eran perfectos, pero sin duda eran mejor que el resto, todos los habitantes podían rozar la divinidad con la punta de sus dedos y clavar sus uñas en ella, y la inmortalidad casi era respirable para ellos.

Sin embargo, los dioses parecían aburrir a absolutamente todos los pueblerinos, si algo destacaba en ese pueblo, era su religión, o más bien la falta de ella.

No había dioses ni había un señor todo poderoso, tampoco había un héroe de brillante armadura que les salvó de una gran catástrofe. Lo único en lo que creían, además de en ellos mismos, era en los demonios y los monstruos.

Cada persona que habitaba allí se había enfrentado a un monstruo. Uno real. Uno de carne y hueso. Uno de los que se infiltra en tu mente y te manipula desde dentro, que aunque lo veas delante de tí y seas consciente de él, no puedes evitarlo porque ya ha tapado todas tus salidas y la única forma de seguir a delante es pasando junto a él.

Porque si había algo más en ese sitio, aparte de magos y brujas con habilidades más allá de lo normal, eran monstruos, todos lo eran.

Cuando el poder te llena y termina sobrepasando la cantidad que puedes aguantar sin romperte, empieza a derramarse y a rodearte. Te hace sentir vivo, empieza a manipularte y tomar forma, dando vida a un nuevo ser, un monstruo incapaz de controlar sus ganas de más.

Y así empezaron los demonios.

La gente del pueblo, nublada de ambiciones y deseos empezó a jugar con los demonios.

Ingenuos, pensaban que habían domesticado a las bestias.

Sin embargo, una cálida noche de primavera, una guerra estalló y la aldea ardió, asustados y sin saber quién los atacaba rogaron a sus demonios que los salvarán, olvidando por completo que eran los seres mágicos más poderosos del mundo.

Uno de los demonios de alto rango miró toda la escena con una sonrisa sádica pintada en sus labios, como un ser del infierno había pocas cosas que le gustarán más que el caos.

Más sin darse cuenta, su sonrisa se borró y su ceño se frunció.

¿Por qué ellos no estaban asustados? Una parte del pueblo miraba todo con indiferencia, lo que logró despertar la curiosidad de 8 demonios. Deberían de estar retorciéndose, suplicando por su ayuda y perdón.

El grupo de los ocho demonios miraron interrogantes al grupo de magos, y decidieron acercarse a paso lento escuchando los gritos de agonía del resto de habitantes al morir entre llamas.

El líder de grupo de demonios sonrió al escuchar el desdén en la voz el uno de los humanos, quién se preguntaba cómo era posible que casi toda la aldea olvidará que eran magos y podían acabar con el fuego sin siquiera pestañear.

Una voz fría y cortante se escuchó por encima de todos los gritos de desesperación.

—Eso es porque, como tu dices, todos lo olvidaron. Se centraron en los demonios y olvidaron que fue nuestro propio poder el que nos trajo hasta aquí.

El ser del infierno miró con intereses al mago de fulminantes ojos verdes. Su sonrisa provocó más de un escalofrío. El demonio pensó que quizás no todo estaba perdido para el pueblo.

Porque no estáis asustados, había preguntado.

Y otra vez fue el de ojos verdes el que respondió.

Nací entre monstruos y me crié entre ellos, más nunca me convertiré en uno porque yo nunca me dejaré manipular.

El resto del grupo asistió y los demonios nunca pensaron que encontrarían algún humano interesante. Habían sido criados por los peores monstruos del mundo; egocéntricos, ambiciosos, impulsivos, manipuladores, psicópatas, sociópatas, codiciosos...

Y aún así ellos no se habían convertido en uno, y además eran capaces de hablar con los mayores demonios sin temblar ni balbucear un gota.

Uno de los ocho demonios, la mano derecha del rey, enfadado por la insolencia con la que hablaba el mago a su líder levanto su mano derecha apuntando hacia uno de los aldeanos más viejos del grupo, pero antes de que pudiera atacarle, su cabeza fue cortada y su cuerpo golpeo el suelo. Lo ultimó que  sintió y vio fue una fuerte ráfaga de aire y unos ojos verdes mirarle con ira.

Quizás no todo estaba perdido, se repitió el líder de los demonios, apartando la cabeza de su antigua mano derecha de una patada.

Con un chasquido de dedos del líder demonio, todos los magos cayeron al suelo.

Algunos dicen que ese día, la mejor aldea de magos se extinguió.

Otros dicen que los cuerpos del grupo de aldeanos que enfrentaron a los demonios nunca aparecieron, porque ahora son esclavos en el infierno.

Sin embargo, solo un pequeño grupo de seres sabe la verdad, y ya ninguno de ellos es humano.

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Érase Un Demonio [Snarry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora