Las flores del jazmín. Cap 6.

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El sonido de la ciudad andante, más la calidez del sol dando sobre su espalda, le anunciaban el inicio de una nueva jornada.

Luego de caminar largos trancos, prefirió ir directamente al entrenamiento, y cambiarse allí. Sabía que si iba a su casa, jamás podría salir vivo del enorme bucle en el que solía encerrarse, cuando el silencio de su hogar lo colmaba de pensamientos dolorosos. Los que ahora le llovían torrencialmente.

Ya en el regimiento, y luego de varias horas de duro entrenamiento, seguido de la rutina de gimnasio programada, en la ducha, los momentos vividos la noche anterior, se presentaban aún más nítidos que nunca.

Las horas del trabajo de Matthew transcurrieron tranquilas como siempre, inclusive las guardias, en donde los mandaban a patrullar las calles de la ciudad, se daban en total armonía. Todo era paz, inclusive en las vidas personales de sus amigos y compañeros, e inclusive en la de William Larsson, un muchacho unos centímetros más bajo que él, proveniente de Nevada, que había llegado al ejército, con una mujer a su lado, y un niño en sus brazos.

Las charlas con él, siempre eran amenas. Hablaban de todo, y el disfrutaba las noches, varias seguidas, en las cuales el matrimonio, lo incluían a él, en sus cenas familiares, junto a su pequeño Noah.

Un niño de seis años, que lo había bautizado como a su padrino, y que siempre lo llamaba para salir a entrenar juntos y poder ver las máquinas, que su tío poseía en la carpintería. Era especial. Su mirada inclusive era divertida.

Cuando de pronto, el rostro de alguien más, volvió a su presente.

No podía sacar de encima, la forma en que lo había mirado, ni siquiera aún, con la frialdad que se había referido, al momento increíble que habían pasado juntos.

Matthew nunca se había considerado un galán, en la escuela secundaria, había vivido experiencias, con varias chicas, pero en ninguna ocasión, había pensado, sentir ni la mitad de todo lo que James había movido dentro de él.

Luego de la larga rutina, y mientras el subte se balanceaba incesante, casi vacío y gris, fantaseo con volver a encontrarlo, pero a su lado, aquel sutil aroma a jazmines, no volvió a situarse.

Ya en su cama, cansado y con la cabeza algo adolorida, no pudo siquiera comer algo más que no fuera una simple manzana.

El estómago se le había cerrado, y la única comida que se le antojaba, era aquella, que había sabido disfrutar junto al policía.

-Fueron solo seis semanas Matthew, solo seis malditas semanas.

Se lo repetía constantemente, pero aun así, caía en la triste realidad, de que al chico con el cual había compartido todo, e inclusive secretos, no lo conocía.

Sabía sobre su pasión por la cocina, las plantas, los gatos e inclusive su gusto por los libros, pero nada más. Ni siquiera había podido ver, el nombre o número que figuró en la pantalla del teléfono aquel día, y la ignorancia lo mataba por dentro, más la impotencia que se le acumulaba en las ganas de salir corriendo, y preguntarle qué era lo que había hecho mal, como para merecerse que lo ignorase.

Mirando hacia la repisa, la foto que siempre lo observaba, y tranquilizaba, pareció iluminarse. Avanzando hacia el lugar, y deteniéndose frente a los ojos felices de su hermano, habló, luego de un sonoro suspiro.

-Ay hermano, qué es lo que harías tú en una situación así? Qué hago yo? Lo busco? Lo olvido?

De pronto, un cierto pensamiento se coló en sus recuerdos, al evocar ideas sobre cómo actuar, o sobre qué oportunidad sujetarse para llegar hacia él, y cayó en la cuenta, de que en su casa, jamás había visto ninguna foto familiar. Ni de James, ni de sus padres o siquiera de algún o alguna posible hermana.

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