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Felix despertó con una sonrisa de oreja a oreja aquella mañana, era su cumpleaños y no podía esperar a ver el regalo que su Changbin le tenía preparado. Cuando se vieron la tarde anterior, el mayor le había comentado que tenía el mejor regalo de cumpleaños del mundo escondido entre sus prendas en la parte trasera de su armario. El de pecas no podía esperar a ver que era, fue por eso por lo que se arregló en cuestión de segundos y caminó feliz hacia la casa de los hermanos. Sabía que antes de poder recibir el regalo de Changbin tenía que recibir el de Christopher, sabía que ante de llegar a los brazos de Seo tendría que pasar al menos una hora junto al rubio, aunque aquello tampoco suponía un problema, realmente le tenía cariño al hermano mayor.

Lo cierto era que Felix había querido al mayor desde el primer momento en que lo vio, solo que no era de la manera en que debería quererlo. Christopher era para él como el hermano que siempre quiso tener y nada en el mundo lo hacía realmente más feliz que tenerlo a su lado, aunque el factor de estar mintiendo a una persona tan importante para él era algo que escapaba de su entendimiento. Había ocasiones en que el pelirrojo realmente se cuestionaba si valía la pena causarle tanto daño a Bangchan por estar con Changbin, él quería a Changbin pero a veces- sólo a veces- cuando estaba entre los brazos del menor deseaba que quien lo abrazara con fuerza fuese el australiano.

Tan pronto como Felix llegó a la puerta de la casa de los hermanos, alisó con felicidad su hermoso jersey a rayas- el cual se había comprado el día anterior para impresionar al par de hermanos- y terminó de peinar su cabello con una dulce sonrisa decorando su infantil y adorable rostro.

Christopher fue quien abrió la puerta y su sonrisa fue tan grande que por milésimas de segundos, Felix sintió la necesidad de tirar por la borda todos los esfuerzos que había hecho para estar con el menor sólo porque aquella sonrisa no desapareciera nunca.

- Lixie, feliz cumpleaños

Bangchan no tardó mucho en abrazar al chico, envolviendo su menudo cuerpo entre sus brazos, logrando que a su vez el mismo se estremeciera por la cantidad de emociones que se desbordaban en aquel simple acto. Sabía que la decisión correcta era Christopher pero el peligro que suponía el misterioso y atractivo Seo Changbin lo atraían el doble que aquella amabilidad y pureza.

Felix sonrió con dulzura, acompañando al mayor hacia en interior de la casa. Desconocía si Changbin estaba dentro en aquel momento o quizá estaba con sus amigos, y siendo sincero en esos exactos momentos lo que el pecoso deseaba era estar con el australiano. Pocas veces ocurría pero realmente quería estar junto a él y pasar el día recibiendo los dulces mimos del mismo.

- Ve a mi cuarto, yo tengo que coger algunas cosas antes. 

El menor asintió, caminando contento hacia la habitación con el nombre del mayor escrito en la puerta de madera, se sentó en la cama abrazando con delicadeza uno de sus peluches favoritos. Era un oso de tono amarronado que por poco era más grande que él mismo. 

Aquel oso había sido un regalo de Bangchan hacia él para uno de sus cumpleaños, Felix insistió en que se quedara en su habitación, de ese modo el mayor tendría una parte de él en su cuarto y no lo extrañaría tanto.

En cuanto el australiano regresó, llevaba una gran caja de cartón en sus manos y el menor alzó sus pequeñas manitas en dirección al contrario con una enorme sonrisa en su adorable rostro.  Bangchan sonrió a la par, acercándose mínimamente al rostro del chico y dejando su nariz a centímetros de la del contrario.

- Dame un beso y entonces te doy el regalo.

Chris sonrió, sintiendo como el más pequeño estiraba su cuerpo levemente para alcanzar sus labios con los propios en un dulce besito. Bangchan adoraba los suaves labios de Felix y la manera en que se fruncían con dulzura para rozar los suyos. Él pensaba en cómo era que se había enamorado de aquella manera de un chico como Lee Felix, pero lo cierto era que no se arrepentía de aquellos años en que estuvo cortejando al chico, el chico lo valía todo en su monótona y aburrida vida. Era la única razón por la que continuar con vida seguía mereciendo la pena.

Cuando Felix abrió la caja hizo un dulce puchero con su rostro, contrayéndolo para evitar dejar que las lágrimas desbordasen por su rostro, dentro de la caja habían esparcidos miles de recuerdos de su larga y hermosa relación. El menor reconoció al instante la servilleta de aquella hamburguesería en la cual dibujó un pequeño canguro con el rostro de Christopher, las entradas de aquella vez que fueron juntos al estreno de la nueva película de Harry Potter, el envoltorio del chicle que tomaron la noche de su primer beso, cientos de botellas de tintes que el mayor había aplicado sobre el cabello del pecoso y lo que más conmovió el blandito corazón del pelirrojo, el anillo del cual se enamoró una tarde paseando por el parque y visitando tiendas, junto al que había un cuaderno de fotos cuya portada rezaba "Lee Felix, ¿te casarías conmigo?".

Fue en ese momento cuando el más pequeño no pudo contener las lágrimas, nunca nadie había hecho algo tan especial por él y se sentía la peor mierda del mundo por herir a Christopher de esa manera, y sabía, muy dentro de él, que por mucho que aceptase aquel compromiso y contrayese matrimonio con el australiano, su corazón siempre le pertenecería al borde y misterioso chico de la habitación contigua; el que en esos instantes, mientras Felix besaba a su hermano con las lágrimas queriendo colarse por las comisuras de sus labios, preparaba los últimos detalles de la que sería la noche más especial junto a su chico favorito.


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⏰ Última actualización: May 22, 2022 ⏰

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