Consecuencias

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El efecto no fue inmediato. Se encontraban detenidos en ese período de tiempo donde los minutos se estiran y contraen de maneras sorprendentes desafiando a la ciencia y negándose pasar. Aún por la cara de Jossette se expandía una sonrisa de satisfacción, debía disfrutar su pequeña victoria mientras pudiese. Se atrevió a mirar a mi padre por un segundo y a juzgar por la gama de colores que sube por su rostro la calma está por acabarse.

La tempestad era bienvenida.

Jossie no se molestó en mirar la reacción del chico a su lado.

El cura fue el primero en reaccionar con clara expresión de desconcierto. Las palabras salieron temblorosas y un poco atropelladas.

—Eh…, Se-señorita Jossette, ¿está segura?

—Por supuesto. He dicho la última palabra –las palabras suenan mucho más firme de lo que se siente en realidad—. Mi respuesta es un no.

Entonces todo explotó.

Jossette siempre deseó asistir a una boda donde la novia dejara plantado al novio en el altar y saliese corriendo a los brazos de su verdadero amor. Pues bien, por ironías de la vida era ella quien protagonizaba su propio filme desastroso. Excepto por un par de detalles.

Sabía que sus motivos eran completamente egoístas, nada de príncipes, princesas o amores verdaderos. No existía un chico que la llevase en brazos y claramente no podía salir huyendo sin más.

¿Alguna vez habéis visto a una mujer corriendo en tocones de aguja de quince centímetros?

Independientemente de eso ni siquiera tenía un lugar a donde ir, dinero o algún plan en mente. Solo era una chica con una habilidad innata para meterse en líos y una seria adicción a cometer estupideces.
Comenzó a sospechar que esto después de todo no fue una buena idea pero era demasiado tarde para andar con arrepentimientos.

Las expresiones de las personas a su alrededor eran variadas: desconcierto, sorpresa, irritación, reproche, diversión o esa curiosa expresión que ponemos todos cuando tenemos un chismorreo increíble en la punta de la lengua y no podemos esperar compartirlo con todos. Ni hablar de los periodistas o camarógrafos.

¿Esos malditos buitres carroñeros querían presenciar la boda del año?

Sin duda tendrían algo con lo que trabajar. Aunque sospechaba que las familias involucradas no hiciesen una escena pública y agravaran la situación.

Camille dejó caer un ramillete de flores de sus manos por la impresión, los que sospechaba eran los padres de Joshua le miran sin comprender, escuchaba flashes aquí y allá y de las bancas de la iglesia se ha levantado una nube de susurros generalizada. Todo le parecía muy lejano. Por fin se dignó en mirar a su ex-prometido y su expresión le dejó pasmada. No había rastro de desconcierto, dolor o molestia.

Joshua miró a la chica atentamente como si notase su presencia por primera vez con la cabeza ladeada y una sonrisita casi burlona en sus labos. Entonces ella aprovechó para dedicarse a apreciarlo con atención por primera vez en los segundos antes de que todo estalle.

No era ni la mitad de horrible de lo que le pareció en un primer momento. Estaba lejos de ser un príncipe azul aunque eso no lo convertía en el ogro de pantano que había imaginado hacía solo unos minutos. Quizá después de todo si se había dejado llevar por algo más que sus ojos.

Realmente no estaba nada mal. Ojos azules brillante, pelo negro pulcramente peinado, nariz cubierta de pecas y semblante divertido.

¿Cómo demonios pude compararlo con una lagartija anoréxica?

Su teoría quedó confirmada. Ninguno de los dos deseaba esa unión. Después de todo, sí que le estaba haciendo un favor.
De repente sintió que su decisión era menos egoísta.

En realidad no lo era.

No le importaba.

Y como si al tiempo le diese al fin el santo deseo de volver a correr todo se reanudó de forma abrupta.

Cuando Jossette salió de su ensimismamiento ya su padre se encontraba sacándole del brazo de allí mientras el murmullo de voces había subido y la luz de los flashes era cada vez más frecuente. Se encontraba un poco perdida entre tanto desorden y ni siquiera se percató de hacia dónde me dirigía hasta que finalmente se encuentró en el lugar.

La chica estaba en uno de los pequeños cuartos del fondo que se utilizaban como confesionarios encerrada con un padre al borde del ataque de nervios. Su mente no podía imaginarse siquiera un escenario donde eso pudiera terminar bien para ella.

Había lanzado las piedras y ahora debía pagar por las ventanas rotas.

El hombre daba vueltas por el pequeño cuarto en un intento de calmarse que claramente no daba resultados. La sensación de euforia había abandonado por completo a Jossette y se encontraba muy asustada totalmente ajena a lo que pasaba por la mente de su padre.
El señor Carreiro, totalmente encolerizado, caminó hasta colocarse frente a su hija y la miró directamente a los ojos cuando sin previo aviso estrelló su mano contra la mejilla de la chica. El impacto mandó a Jossette al suelo. Desde allí le devolvió una mirada desafiante a su padre a pesar de su desventajada situación. Nunca en sus dieciocho años le había levantado la mano pero de él ya nada le sorprendería.

En una situación así uno esperaría una confrontación y muchos, muchos gritos pero contra todo pronóstico luego del repentino arrebato de ira el hombre se calma.

—Has cavado tu propia tumba, niñata estúpida —sus palabras son calmadas y por el tono en que las pronuncia Jossette hubiese preferido que rompiese a gritar—. ¿Qué esperabas conseguir de esto? Por un momento imaginé que no darías tu brazo a torcer tan fácil pero jamás pensé que serías tan idiota como para armar tal espectáculo —Jossette intentó hablar pero las palabras murieron en su garganta—. ¿Querías libertad? Dices ser una adulta, ¿cierto? —su tono ahora hace gala de su habitual humor ácido— Pues veamos como la niña adulta se las arregla para sobrevivir por su cuenta porque desde hoy, escucha bien mis palabras, Jossette, desde hoy has dejado de ser mi hija.

De Amores y Otras DesgraciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora