Las dudas

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El día en que su padre soltó la bomba Jossette fue a su cama con la esperanza de que todo no fuese más que una pesadilla y que al despertar todos sus problemas se hubiesen esfumado. Desgraciadamente ese día, dos días después y a apenas unas horas para la boda estaba confirmado, esa era su realidad. Se casaría con tipo que apenas había visto y del que no sabía casi nada.

Ni sabría por el momento al parecer. Con todo apuro por llevar a cabo la ceremonia su padre ¨había olvidado¨ concretar un encuentro entre ellos. Claramente sabía que esto no es para nada algo al azar pero no tenía el menor interés en conocer a su ¨futuro esposo¨ y decidió callar sus protestas. Para cuando le viese pensaba ya haber terminado con esa payasada.

Nunca fue su sueño llevar un vaporoso vestido lleno de lazos o caminar hacia el altar del brazo de mi padre pero ahora, con una perspectiva totalmente renovada, le causaba repulsión. El entusiasmo exagerado de Camille era la gota que colmaba el vaso.

El único punto positivo era que su hermano se encontraba de viaje de negocios fuera del país. Jossette no se creía capaz de lidiar con sus bromas fuera de lugar sin matarlo en esos momentos.

Querían llevar a cabo todo lo más pronto posible. Incluso antes de que la chica supiese nada ya se estaban haciendo preparativos. Únicamente dejaron un par de cosas sin confirmar para que ella pudiese dar el visto bueno y se sintiese más parte de la organización del evento.

Por favor, ¿desde cuándo es la víctima quien organiza su propio funeral?

No había vuelto a ver a su padre desde su reunión en la oficina.

La boda es era al día siguiente. El plan del señor Carreiro iba a la perfección: deshacerse de su hija, cerrar el negocio, decirle adiós a los problemas y una fiesta con bebidas de por medio.

Todos felices mientras Jossette sentía que estaba caminando por la plancha de un barco a la deriva.

Si bien su padre nunca fue demasiado amoroso jamás lo hubiese creído capaz de algo así. Siempre había sido más bien lo que se conoce como un ¨padre ausente¨ y ella estaba bien con eso.

Y sí, su actitud estaba siendo terriblemente pesimista y se estaba comportando como una quejica pero tenía motivos de sobra para hacerlo. Deseaba ir a la universidad, estudiar la carrera de sus sueños, disfrutar de su juventud. Casarse a los dieciocho años sin duda no estaba en sus planes y haría lo que estuviera en sus manos para que no se llevase a cabo. Aunque sus neuronas parecían estar en un coma prolongado.

—…Entonces las rosas blancas estarán en la entrada y cerca del altar mientras que intercalaremos las rojas entre los…

Oh, había olvidado mencionar que justo ahora estaba teniendo una absurda conversación sobre la decoración de la iglesia y los alrededores con su encantadora madrastra Camille. En realidad muy en el fondo le agradaba y tenían su relación en buenos términos pero por momentos como este a veces quería matarla también.

¿Es así de tonta por naturaleza o le dan algún tipo de remuneración?  —pensaba Jossette con frecuencia.

Aunque tampoco podía culparla demasiado. Las fiestas eran su vida. Organizarlas, asistir a ellas, posar ante las cámaras, su vida se le iba en eso. Si bien sus días de actriz terminaron hace mucho, el infierno se helaría antes de que Camille Pursué dejase los reflectores y la atención que estos traen consigo pues aún con sus cincuenta años cumplidos (o al menos eso estimaba la chica, su edad era todo un misterio) sus cabellos rubios, ojos verdes e indudable carisma ejercían una impresionante fuerza de atracción con todos los que están a su alrededor. Sospechaba que este fue el principal motivo de su matrimonio con su padre.

De Amores y Otras DesgraciasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora