Jossette estaba decidida. Puede que no fuese la decisión más inteligente y una molesta voz en el fondo de su cerebro persistía en repetirle la estupidez que estaba por cometer. Decidió ignorarla de madera deliberada.¿El problema?
Si, por supuesto que hay un problema, tratándose de ella solía haberlo siempre.
La información llegó con retardo a su prodigioso cerebro y básicamente tuvo que estar en la limusina que la llevaría a la iglesia vestida y completamente arreglada para darse cuenta que ese día estaba destinada a cometer una idiotez. Por un lado puedo aceptar casarse y perder mi libertad. Por el otro puedo no hacerlo y perderlo todo en el proceso.Dicho así hacía que su decisión pareciera aún el doble de imprudente pero no pensaba acobardarse luego del trabajo que le había costado convencerse a si misma de que hacía lo correcto y pues ahí estaba con su despampanante vestido rojo, vaporoso y cargado de lo que suponía eran piedras preciosas, peinado, maquillaje y un plan –estúpido y para nada elaborado— pero ciertamente le parecía mejor que nada.
Era lo mejor que se me ha ocurrido y considerando que la idea pasó por su mente hacía apenas unos quince minutos no se podía esperar demasiado de ella. Cortaría el mal por la raíz frente a todos sin demasiadas complicaciones.
Una cosa era segura, no se casaría y hasta ahí no habían complicaciones en el plan, las complicaciones vendrían de la mano con las consecuencias de su nada sensato proceder.
Ya había ocasionado "pequeños escándalos" donde inevitablemente se veía inmiscuido el nombre de la familia. Algunos por diversión, otros por accidente. La última y más reciente de sus jugarretas era la que la había colocado en esa posición.
Pero esta vez era cuestión de obligación. Su familia le puso en una situación sin derecho a elegir. Que aguantasen las consecuencias de la misma manera que ella soportaría cuando luego de esa tarde la artillería pesada cayera sobre ella.
Su éxito radicaba en la sencillo del plan. Nada de fugas épicas en traje de novia, ni caballeros apuestos que gritasen: ¨¡Yo me opongo!¨ y la llevaran en sus brazos. Una palabra y tiraría toda esa fanfarria por el caño.
Se mantuvo callada los últimos dos días, obedeciendo órdenes sin protestar. Era este su momento de gritar, tomar el consejo de América, y comenzar a vivir de una vez.
Pero a pesar del caos de pensamientos que rondaba su cabeza se mantuvo imperturbable, con la cabeza en alta y expresión serena.
Llegó de una vez a la puerta de la iglesia donde la recibió su padre para escoltarle al altar. Al fin se dignaba a aparecer. Le tomó del brazo y le lanzó una mirada de advertencia, ni una palabra. La chica se limitó a esbozar una dulce sonrisa mientras mi él enarcaba las cejas con evidente desconfianza. Entonces sonaron las primeras notas la marcha nupcial y ambos miraron al frente.
Las puertas se abren y comenzaron a andar.
Que inicie el espectáculo.
Había que reconocer que Camille se había lucido con la decoración. Sí, era sosa a más no poder pero muy elegante. Era lo que todos llamarían un estilo clásico. Entre ese mar de tonos blanco y rosa pálidos Jossette no puedo evitar sentirme algo fuera de lugar con su elección de vestido. No recordaba por qué demonios lo había escogido pero ahora mismo esta era la menor de sus preocupaciones.
El color blanco estaba por todas partes interrumpido aquí y allá por los vestuarios de los invitados. Invitados entre los que ni siquiera reconoció a la tercera parte pero identificó a un par de periodistas entre el montón.
–Esta boda no pasará desapercibida –dijo Camille cuando la joven cuestionó su decisión de invitar a los medios o de hacer una celebración tan exagerada.
No sabía cuánta razón tenía.
El hecho de estar rodeada de extraños lejos de ponerle nerviosa le reconfortaron un poco. No le interesa lo que esa gente pensara de ella. Había invitado a América, más por educación que por otro motivo. Sabía que no vendría. Su familia la odiaba. La consideran una ¨muchachita vulgar¨ y afirman que es una pésima influencia para Jossette.
Como si necesitase ayuda para cometer estupideces.
Solo entonces fijó la vista en su prometido. Si hasta aquel momento no tenía claro lo que iba a hacer ahora ya no hay dudas. De repente entendió por qué sus padres tuvieron que recurrir a algo tan absurdo como un matrimonio por conveniencia o el motivo de que ni siquiera se dignaran a mostrarle una fotografía.
No encontró palabras para describir el raro espécimen que tenía frente a ella.
Era consciente de que no era Jennifer López pero no pensaba casarse con alguien que pareciera una mutación fallida entre un babuino albino y una lagartija anoréxica. Si es que eso era siquiera posible.
Desde pequeña la chica había sido poco objetiva juzgando lo que consideraba feo o hermoso. Cuando a alguien no le agrada automáticamente le parecía horrible independientemente de su aspecto y viceversa pero esta vez incluso juraría que se estaba dejando guiar solo por lo que veían sus ojos (aunque no era del todo así): un chico de al menos dos metros y medio, rostro salido de Animal Planet y un traje de alta costura.
Del traje no tenía quejas.
Desde luego la chica exageraba pero nadie podría exigirle una descripción demasiado centrada, dadas las circunstancias. Aunque logró reprimir la expresión de asco que amenazó con plasmarse en su cara su padre apretó de forma imperceptible su brazo a modo de advertencia.
La chica regresó a su sonrisa perfecta y avanzaron un poco más hasta que finalmente llegaros al altar. Su padre le entregó a Joshua y este le dio un beso en el dorso de la mano. A juzgar por la expresión de su cara no estaba mucho más feliz que ella de estar aquí. Puede que en el fondo estuviera haciéndole un favor sin siquiera saberlo.
El cura dio comienzo a la ceremonia y a su largo discurso. No podía esperar a terminar con todo de una buena vez.
—…Joshua Hernández Ricardo, ¿acepta a Jossette Elizabeth Carreiro Rosales como su futura esposa para amarlo en la riqueza y en la pobreza, en la salud y la enfermedad, hasta que la muerte los separe?
Le miró con evidente rechazo y no le quedaron dudas a la chica, a él tampoco le han dado a elegir. Sentiría lástima si no estuviese en la misma situación.
—Sí —responde sin entusiasmo.
—Jossette Elizabeth Carreiro Rosales, ¿acepta a Joshua Hernández Ricardo como su futuro esposo para amarlo en la riqueza y en la pobreza, en la salud y la enfermedad, hasta que la muerte los separe?
Miró a su prometido y por una vez en el día su sonrisa no es artificial, lanzó una mirada a su padre y sin dejar de sonreír aún, fijó su vista en el cura.
Entonces lo dijo, pronunció con gusto la palabra que le liberaría de esa farsa sin importarle las consecuencias que pudiese traer con sus actos.
—No

ESTÁS LEYENDO
De Amores y Otras Desgracias
Novela Juvenil"Esta es mi vida y nadie me dirá como debo vivirla" Luego de una serie de escándalos e "indiscreciones inaceptables" Jossette Carreiro es obligada por su padre a hacer lo impensable: contraer matrimonio con hombre que no conoce para "sentar cabeza"...