005 | Regards

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Sangre, había sangre por todos lados.

Sangre.

Sangre.

Sangre.

Estaba llena de sangre.

Y ellos...

Abrí los ojos, mi corazón latía muy rápido y estaba respirando mal, me llevé las manos a la cara para encontrar rastros de lágrimas secas, la talle mientras me incorporaba y tocaba mis brazos, estaba limpia, no tenía sangre pero...

Yo la vi, ahí estaba.

Hundí las uñas en mi carne buscando el líquido carmesí, me rasguñe y sólo paré cuando la sangre brotó de mis brazos, fue cuando enloquecí. La sangre estaba ahí, un sonido extraño salió de mis labios y hale mi cabello mientras movía la cabeza hacia los lados.

Quería que se detuviera.

Los recuerdos fueron bombardeándome, sin piedad, sin parar, dejándome indefensa y sin poder luchar.

Eran como un tornado que se encargaba de encapsularme, marearme y hundirme en un mar profundo lleno de recuerdos.

Tenía que salir de la cama, tenía que controlarme, tenía que ganar porque ellos no eran más fuertes que yo.

No se como pero logre salir lejos de las sábanas manchadas de sangre, el olor se metía por mi nariz provocándome arcadas, era asqueroso. Llegué al baño casi arrastrándome y abrí la llave del agua, me arranque la ropa, me metí a la regadera y me deje caer en el suelo, estaba temblando.

Cerré los ojos y me concentré en mi respiración, yo podía hacerlo, era dueña de mi mente, era dueña de mis pensamientos, era más fuerte y sobre todo ya no era débil.

Si, si lo eres.

Apreté aún más los ojos mientras negaba, lo estaba intentando, estaba luchando. Un sollozo se escapó de mis labios, sentía las lágrimas acumularse pero no las deje salir, nunca lo hacía.

Te extraño tanto.

Ven aquí conmigo.

Dime que todo va a estar bien.

Más sollozos, más lágrimas acumuladas, más temblores, más arcadas, más recuerdos.

Tuve que recargarme en la pared porque comenzaba a marearme, la cascada artificial caía en mi rostro, refrescándome. Sabía que no podía quedarme tanto tiempo aquí pero no hallaba las fuerzas para tomar el shampoo y tallarme el cabello.

Pero al final tuve que hacerlo, consciente del temblor de mis manos talle mi cabello, después mi cuerpo. Cuando apagué la regadera y me envolví en una toalla me quedé unos segundos sentada en el suelo, esperando que mi respiración volviera a la normalidad.

Dirigí mi mirada a mis brazos donde aún seguía saliendo sangre, eran líneas que hacían un recorrido leve hasta el suelo invadiendo el color negro de los azulejos, tuve que hacer uso de todo mi autocontrol para no desestabilizarme.

Sangre, sangre, sangre.

En un suspiro me levanté del suelo en busca del botiquín que guardaba en el gran armario que se encontraba al lado del lavamanos. Lo tomé para sacar el algodón, agua oxigenada y unas tiritas.

Aplique un poco del agua en la pequeña bolita blanca y la sumergí en mi piel, me había provocado dos agujeros no tan profundos, además de varios rasguños. Fruncí los labios mientras pensaba que debería cortarme las uñas, las tenía muy largas y afiladas, ni siquiera fui consciente de lo que me hice hasta que la sangre empezó a salir, espesa y de un rojo intenso. El enojo vino cuando me coloque las tiras en ambos brazos haciendo que apretara los dientes y casi lanzará el botiquín. Me había descontrolado, me había sacado sangre, había dejado que los recuerdos me envolvieran, me había lastimado.

DánaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora