|Epílogo| Los nada y los buenos amigos

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Multimedia: Toma Mi Mano (Tercer Cielo)


—No entiendo porque ese muchacho no me pidió que lo ayudara a organizar la boda de mi única hija, la única que me dará nietos que pueda conocer antes de morir. ¿Qué clase de yerno será si no me deja hacer mi voluntad?

—Uno ejemplar —respondió Chris—. No hará lo que quieres y eso te encanta, por alguna razón.

—Lo hace, pero en esto debió dejarme ayudarle.

—¿En ese, no? —preguntó Conor.

Miramos donde señaló y sí, era la tienda Kleinfeld.

Quise dar vuelta al salir del taxi y volver a mi cama, pero entre Cannon y Charly me abrazaron de cada costado, como muros.

—No vas a utilizar de excusa que tienes una amiga diseñadora de vestidos de novia para no entrar a nuestra cita —recitó Charly.

—Mony sabe que vinimos y está mas que feliz de que tendrás un vestido de Kleinfeld —apoyó Eliana—. También están enterados de que te casas en dos semanas por lo que tendremos una selección mínima pero seguro encontramos tu vestido hoy. Aquí compré el mío.

Cruzamos la calle y algunos reconocieron a Charly y Eliana, por lo que quedaron rezagados y el resto entramos, encontrando paredes crema y tonos totalmente claros a donde giraras, salvo en la sección de vestidos audaces.

Eliana como conocedora de la posible fecha de mi boda metió un poco la mano y pidió cita hace varias semanas, sin importar cual fuese mi decisión. Le llamaron hace días para confirmar cuántos seríamos y no dudó en decir que seríamos ocho personas sin contar a la futura novia. Henos aquí, como ella designó.

Monilley y Presley se encuentran de viaje y me ofrecieron disculpas hasta decir basta. Lu les mostraría mi elección cuando la tomara. Michael está organizando mi despedida y sus restaurantes, así que no vino, sin lástima; me verá el día de la boda. Y en cuanto a Eliseo...

Lo invité. Valoraría profundamente tenerlo viendo como escojo mi vestido pero mis hermanos no lo permitieron. ¿Por superstición? No. Porque les placía fastidiar y se toparon con el señor del fastidio que ignoró sus tratos intimidatorios —engañosos—, como la normalidad misma.

Una señorita de sonrisa amplia, cabello cobrizo, cara graciosa, algo pequeña y vestida por completo en un traje de falda negro, nos recibió, preguntando quién es la novia.

—Soy yo. Cara, un gusto.

—Mucho gusto Cara, soy Melinda, tu asesora el día de hoy. Estás muy bien acompañada, ¿con quién vienes?

—Mis cuatro hermanos, Conor, Chris, Cannon y Charly. Mi mamá, Loreanne. Pit, mi papá y dos de mis amigas, Eliana y Lu —Señalé respectivamente. Melinda saludó a cada uno.

—Muy bien, imagino que ya tienes en mente lo que te gusta.

—Nada de vestidos princesa —No dudo en decir—. O corte A. Puedo aceptar probar cortes sirena.

—¿Tienes problema con las mangas o un tipo de tela?

—No, ninguno. Con ambos.

—Perfecto. Bien, tengo con qué empezar. ¿Les importa que me la lleve? —Me separó de mis hermanos con delicadeza—. Regresaremos con un vestido puesto para que la vean, ¿sí?

Seguí a Melinda por varios pasillos con otras novias en sus citas, vestidos pasando de mano en mano y entramos a un sala privada con un perchero largo, una mesa de té, un espejo grande, un podio y una bata blanca.

¿Sí te queda?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora