──*:。✿*゚♮ 𝐨𝐧𝐞

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NCTJSC + OS

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La pista le dio una de aquellas bienvenidas que le sabían amargas, SungChan casi veía una sonrisa maquiavélica reflejarse en la superficie

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La pista le dio una de aquellas bienvenidas que le sabían amargas, SungChan casi veía una sonrisa maquiavélica reflejarse en la superficie. Lento y cabizbajo, se deslizó encima de la jugarreta que le estaba gastando su mente exhausta. Sus manos viajaron a su espalda baja a causa de un instinto desarrollado los últimos meses, y sus dedos se entrelazaron ahí, creando una clase de escudo. Supo que la distancia se agrandó más de lo oportuno cuando no escuchó otra cosa que no fuese su respiración; con un disimulado vistazo corroboró que, en efecto, el equipo actual y el entrenador lo observaban, quietos, sin atreverse a acercarse.

Se dispuso a pasar ese detalle por alto y continuar trazando curvas sin lógica hasta que reanudaran su charla. Él no era relevante. Y tampoco haría una estupidez. Inspiró profundo. Las nuevas estrategias no eran asuntos de su interés, después de todo.

Y, sin embargo, no tardó en sentir deseos de llorar.

Jung SungChan siempre se caracterizó por poseer una chispa inigualable, razón por la que, al apenas ingresar al instituto, su presencia disparó una popularidad que él nunca pidió, mas, se dijo a sí mismo mientras se miraba al espejo, tal vez debía recibirla con gusto; desde luego, tanta atención no le incomodaría. Y, durante la temporada anterior, su fama de jugador estrella de hockey creció sin más remedio, su vitalidad y brío le concedían un tremendo apoyo al momento de posicionarse en la línea de ataque, donde le resultaba adecuado. No obstante, ese período de buena suerte se eclipsó cuando los Dinosaurios se enfrentaron a los Gorilas, rivales hacía tiempo indefinido.

Aún ahora, no lograba adivinar la forma en que su cuerpo se estampó, no sólo contra el hielo, también con sus oponentes y el muro que resguardaba a la audiencia. Obtuvo golpes a lo largo de sus piernas, espalda y brazos, las protecciones amortiguando la mayoría de los impactos en otras zonas. Su emoción se vio opacada por el miedo, porque, intentando levantarse, su cadera lanzó un doloroso rayo a su columna, contorneó los huesos, y alcanzó su cuello. Recordaba ser víctima de mareos, angustia y lágrimas.

La ambulancia lo llevó directo al hospital. Ahí, no quiso saber cómo terminó el encuentro. Únicamente se enfocó en lo que decían los doctores: semanas de rehabilitación, tristeza y cambios.

[NCT] a-da duDonde viven las historias. Descúbrelo ahora