──*:。✿*゚♮ 𝐭𝐡𝐫𝐞𝐞

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—Miren quién está aquí

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—Miren quién está aquí. —La señora Osaki lo recibió con una inmensa sonrisa dibujada en su rostro, desde el umbral de la puerta principal agitó su mano—. Mi Jung preferido.

SungChan devolvió el gesto junto a una ligera inclinación. Las bolsas (también un nerviosismo que le recordaba de manera implícita su falta de costumbre después de un tiempo) le impedían realizar una reverencia más allá, sin mencionar que le habría gustado manejar un lenguaje más respetuoso, pero, al final, sabía que la madre de Shotaro terminaría recriminándolo por ello.

—Hola... —saludó, aunque no con la misma energía.

Unos ladridos agudos perforaron sus tímpanos, provenientes de los cachorros pululando a sus pies; saltaban, corrían o se aferraban con sus pequeñas garras a su pantalón. Miró a cada una de las motitas blancas, negras y marrones, un poco confundido por su existencia. Contó ocho en total.

—Ah, así son con las visitas. —La señora Osaki hizo un ademán, restándole importancia—. Pasa, creo que llegaste en buen momento.

Se internó, asegurándose de cerrar la verja tras él. Cruzó el jardín apenas alzando la planta de su pie del suelo, pues aquel remolino continuaba rodeando sus piernas. Tenía miedo de pisar a uno de ellos por accidente, siendo él tan alto. Esquivó las ramas colgantes de un árbol, haciendo chocar su cabeza contra un recipiente escondido en el proceso. Oyó la risa de la señora Osaki, seguida de frases como «Hacía tanto que no venías» y «Debes visitarnos más ahora que estás bien», todas dichas con una suavidad y tono de voz que indicaba su alivio y cuánto extrañó verlo, aún si malgastaba poco a poco sus hijas vegetales a costa de golpes casuales al no calcular la distancia.

Ingresó a la casa, y de inmediato percibió un aroma dulce; manzana, canela, pan, caramelo, acompañados por un escaso intruso del olor natural de un canino. Rapunzel irguió sus orejas, sin molestarse a mirarlo. Quizás ella no echó de menos la presencia del tímido amigo de Yuta —o el fastidioso novio de Shotaro—. A ambos lados de la raída cama de Rapunzel, se localizaban los sofás cubiertos por una capa de juguetes abandonados, cojines y un par de almohadas flácidas por el uso. La señora Osaki se había hecho de la cocina, colocando platos limpios en estantes y secando vasos de vidrio con un pedazo de tela. Revelando acerca de por qué estaba ahí, no sólo advirtió los ojos de su suegra iluminarse, también nuevos cuadros de pintura al óleo en la pared que antes se halló libre.

—¿Te gustan? Yuta vino hace algunos días. Dijo que ya no tenía espacio donde ponerlas en su apartamento. La universidad está acabando con sus preciados pinceles.

SungChan rio dejando dos de sus bolsas colgadas en un perchero. La tercera, la más pequeña, la acunó en sus brazos, acomodando a Bambi sobre esta.

—Un poco oscuros, pero es su estilo. No es como si fuese un asesino serial o algo.

—Mi sobrino es de las personas más simpáticas en este planeta —dijo la señora Osaki con cariño—. Anda, ve. Shotaro ha estado diciendo que espera algo, pero él ni siquiera sabe qué es. Supongo que eras tú.

[NCT] a-da duDonde viven las historias. Descúbrelo ahora